Mataron al Chivo

Mataron al Chivo

ROSARIO ESPINAL
En este nuevo aniversario del asesinato de Rafael Leonidas Trujillo, 44 años después del fin de la dictadura, vale la pena resaltar algunos temas de relevancia sociopolítica del post-trujillismo. Lo primero es que a pesar de todos los tropiezos, retrocesos y obstáculos para lograr el desarrollo nacional, el pueblo dominicano ha mantenido en alto sus aspiraciones democráticas. Esto nunca debe subestimarse porque iniciar la democratización política después de la dictadura conllevó muchos esfuerzos.

En años más recientes, el apoyo del pueblo dominicano a la democracia continúa vigente, y se evidencia sistemáticamente en distintas encuestas de opinión pública que indican que más del 50% de los dominicanos expresa que la democracia es el mejor sistema de gobierno y que la prefiere a cualquier otro sistema.

Por otro lado, a pesar del descontento y las frustraciones que generan las malas ejecutorias de los gobiernos dominicanos, en el país se estructuró en las últimas décadas un sistema de partidos políticos, uno de los más estables de América Latina, que ha contribuido a darle estabilidad a la política dominicana.

Porque guste o no escucharlo, los partidos políticos son instituciones clave del sistema democrático, diseñados para forjar ideas que acompañen las políticas públicas y formar gobiernos mediante el apoyo popular en las elecciones.

Cuando los partidos políticos fracasan en hacer ofertas creíbles a la sociedad y pierden su legitimidad ante amplios segmentos de la ciudadanía, las democracias tienden a debilitarse y a caer en ciclos autodestructivos.

De ahí la importancia de que los partidos políticos dominicanos se reformen, democraticen y mejoren su capacidad de ejecución gubernamental, y que la clase política y la ciudadanía en general comprendan la necesidad de invertir en el desarrollo de instituciones políticas sólidas, que sean eficientes en el manejo de los asuntos públicos y respetuosas del sistema jurídico.

Porque aunque la mayoría de la población dominicana indique en las encuestas que la democracia es el mejor sistema de gobierno y que la prefiere a cualquier otro, también una mayoría ha dicho que no está muy satisfecha con el funcionamiento de la democracia y que favorecería un gobierno de mano dura si impusiese más orden.

Pero volver a un dictador como Trujillo no es opción de progreso, y ni siquiera viable en estos tiempos; pero sería posible caer en ciclos de fuerte desestabilización política si coinciden altos niveles de descontento con un colapso institucional.

Como bien lo ha señalado el reciente Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la sociedad dominicana lleva varias décadas patinando en un modelo económico que produce crecimiento sin un desarrollo humano adecuado.

El problema es que el crecimiento se lo ha tragado una elite económica y política, mientras que los ajustes económicos, producto de las crisis, los ha pagado casi todo el pueblo.

Una crisis económica como la del 2003-2004 generó no sólo miles y miles de nuevos pobres, sino que también empobreció a los sectores medios, haciendo más lejana la posibilidad de movilidad social para muchas familias dominicanas.

Mataron al Chivo el 30 de mayo de 1961 y así terminó una férrea dictadura, pero la República Dominicana no ha matado aún las trabas heredadas del despojo de riqueza y de exclusión social que impide que la mayoría de la población logre mejorar significativamente sus condiciones de vida.

Los políticos dominicanos han manipulado la democracia para beneficiarse económicamente desde el poder, operando las instituciones públicas de manera inadecuada porque las utilizan para corromper o cooptar clientelas políticas de todas las clases sociales.

Los empresarios no se han comprometido con impulsar políticas económicas más distributivas, mediante aumentos salariales a sus trabajadores y el pago adecuado de impuestos, que permita una mayor recaudación fiscal para ampliar la inversión pública social. Por su parte, algunos segmentos populares y de capas medias se han acostumbrado a esperar dádivas públicas o a participar de la corrupción gubernamental vía su inserción en los partidos políticos, en vez de organizarse eficazmente en grupos sociales para luchar desde ahí por sus derechos ciudadanos.

Y también hay cuota de responsabilidad al explicar los problemas del país en el capitalismo salvaje, Estados Unidos, la Unión Europea y el FMI. Pero estas son fuerzas que una nación pequeña como República Dominicana no puede transformar, ni siquiera moldear; por lo cual, para mejorar la situación social dominicana los cambios tienen que gestarse fundamentalmente desde dentro, modificándose las fuerzas internas, sus formas de organización, objetivos y compromisos sociales.

No es con un dictador como Trujillo, ni tampoco con un líder mesiánico que con demagogia embriague al pueblo, que se mejorará la situación dominicana. Es con más y mejor democracia.

Hoy en día la República Dominicana tiene ante sí dos opciones: mejora sustancialmente su democracia o entra eventualmente en ciclos de fuerte inestabilidad política.

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