(Dedicado a los buenos maestros de matemáticas).
Todos los funcionarios y educadores del país deben prestarles mucha atención a los importantes artículos que ha estado escribiendo Fernando Álvarez Bogaert en el HOY, sobre el sorprendente desarrollo económico de Singapur y su relación con el aprendizaje de las matemáticas; y cómo los educadores de países más avanzados han puesto en práctica el sistema de enseñanza de los singapurenses.
En mi experiencia, la matemática puede resultar la materia más sencilla y fácil de todas. Porque absolutamente todo lo relativo al tópico estudiado está en el papel, en el texto, y en las notas que el alumno toma de cada clase. Distintamente, cuando se trata de historia o de botánica lo que se ignora sobre los asuntos tratados puede ser mucho más de lo que se conoce al respecto. Autores, maestros y estudiantes tienen que lidiar con lagunas conceptuales y faltas de datos válidos y confiables. Por ejemplo, por más que aprenda sobre la Independencia, nunca sabrá a cabalidad quiénes y cómo era realmente cada uno de los actores, ni lo que realmente sucedió allí; sino que, con grandes carencias y deformaciones de intérpretes y cronistas de los “hechos”, tratarán de entender desde sus propias carencias y deformaciones psicosociales, culturales e ideológicas, y hacerse el estudiante mismo una idea de lo qué objetivamente ocurrió, cosa que nunca logrará objetiva y satisfactoriamente.
En matemáticas es más fácil porque no hay referentes empíricos; sus símbolos son unívocos, carentes de connotaciones, y sus conceptos no contaminados con lo real concreto.
El problema del estudiante depende grandemente del método de enseñanza. Y eso es lo que Álvarez Bogaert nos explica en sus importantes artículos. Pero hay una parte que tiene un carácter eminentemente psicosocial.
Lo primero es la estabilidad del alumno. Un niño con hambre, mala salud, problemas familiares, económicos o emocionales, no puede concentrarse en la secuencia lógica de un problema aritmético o de un teorema geométrico. Mucho peor es el caso del niño que falta a clase el día que explicaron lo que significa un paréntesis en una ecuación: no entenderá jamás las clases siguientes. También es vital el rol del maestro. Lo peor suele ser la actitud de prepotencia de algunos maestros de matemáticas, dándoselas de genios, y tratando a los alumnos con problemas como si fuesen estúpidos o tarados, sometiéndolos a la burla de sus compañeros. La fama o el “status” del maestro de matemáticas suelen ser incluso sufridos y alimentados por los demás maestros del plantel.
Por ello, el proceso de hacerse amigo y perderles el miedo a las matemáticas debe comenzar muy temprano. Mas, nunca es tarde.
Un investigador asociado de Gallup, de la Universidad de California, estudió a los mejores estudiantes de matemáticas, y descubrió que aún aquellos que no tenían especial interés o disposición para las matemáticas, podían tomarle aprecio al profesor y a la materia y obtener excelentes notas.
Conclusión: Maestros preparados y amorosos + Niños bien amados y bien comidos + Método correcto = Desarrollo personal y social.