Mateo Morrison ante la crítica

Mateo Morrison ante la crítica

POR ADRIÁN JAVIER
De nuevo Mateo Morrison nos premia con la versatilidad y multivocidad de su pluma.

Revelado hace más de cuatro décadas como un destacado artista polivalente, y un trabajador cultural efectivo e infatigable (ora poeta, ensayista, narrador, antólogo, animador, consultor cultural, editor, pionero en la fundación de talleres literarios en nuestro país, y un largo etcétera; entrañable y secreto), el feliz autor de “Dorothy Dandrige” (Editora Universitaria, 2006) y “Si la casa se llena de sombras” (Editora Búho, 1991), ha visto incrementarse no sólo el número de sus lectores, si no también los juicios provocados por su obra y trayectoria, provenidos de la más diversa y variopinta gama de artistas, escritores, estudiantes y catedráticos universitarios, así como de estudiosos académicos de la lengua y críticos especializados en la historia de nuestra cultura.

Me honró ser quien presentara un libro cuyo contenido es tan auspicioso, diverso, focalizado y justiciero. Y pronto he de justificar, las razones por las cuales he utilizado esto cuatro adjetivos.

Antes, permítaseme señor rector, poeta Morrison, amigos de la mesa de honor, y público presente; sólo dos minutos y medio, como preámbulo necesario, para referirme al valor de la crítica; a su función primera; promotora y develizadora, así como a la justificación esencial de su existencia, en el  marco de propuestas creativas plurales, que estructuran y caracterizan a la inventiva espiritual e intelectual de una sociedad determinada.

Fue el grande Octavio Paz (Ciudad de México; 31 de marzo de 1914-ídem; 19 de abril de 1998), quien en su Discurso de Ingreso al Colegio Nacional de México en el año 1967, señaló al espíritu crítico, como «la gran conquista de la edad moderna», subrayando puntualmente, que para el pensamiento, no debe haber nada sagrado o intocable, salvo la propia libertad de su ejercicio: «sin crítica, es decir, sin rigor ni experimentación -decía Paz en esa oportunidad-, no hay ciencia», y sin esta -sentenciaba- «tampoco hay arte ni literatura», Ya que -alegaba el autor de Piedra de Sol- «creación y crítica son una y la misma cosa».

El crítico y creador mexicano, autor de «Sombras de Obras» (Seix Barral, 1983), comulgaba de este modo con una idea del autor norteamericano Henry James (Nueva York, 15 de abril de 1843- Londres, 28 de febrero de 1916), según la cual, el crítico es «un aliado del artista, un intérprete, un hermano», pero visto -pensamos nosotros-, como uno que se vuelve puente de mediación y meditación entre el arte, el artista y el público.

La crítica es una «actividad instintiva de la mente civilizada», decía el poeta dramaturgo anglo-estadounidense, T.S. Eliot (St. Louis, Missouri, 26 de septiembre de 1888 -Londres, 4 de enero de 1965), y para el escritor y semiólogo francés Roland Barthes (Cherburgo, Francia, 12 de noviembre de 1915 -París, 25 de marzo de 1980), se trataba no más de «una sucesión de actos intelectuales, profundamente inmersos en la existencia histórica y subjetiva».

Una y otra ponderación acerca del papel del crítico y la función del ejercicio vocacional o profesional de su pensamiento, indistintamente, presentan ejes comunes y combinatorios, cuando son objetivos y focalizados los grados de responsabilidad que su esencia de instrumento de progresión social mantiene, frente a los anhelos de avance y crecimiento de una muy específica colectividad.

De ahí que nos parezca oportuna y auspiciosa la aparición de este volumen que recoge de manera antológica; ensayos, presentaciones y comentarios críticos, a veces anecdóticos, acerca del modo en que un poeta, Mateo Morrison, destacado hasta hoy sólo como «poeta social», aborda el amor, como tema también nodal en su hechura literaria, con la misma pasión, destreza y atención estética, con que nos tiene acostumbrados su devenir creativo.

En los prolegómenos de otro texto, pero esa vez, bio-bibliográfico, publicado en el 2006 por la Editora Universitaria, titulado: «Del verso a la fragua: Mateo Morrison en Persona y Obra» (Pp. 60), habíamos señalado, pedido y casi denunciado la urgente necesidad por parte de la comunidad de lectores, de que la obra de un poeta, de destacada trayectoria pública y significativo decurso intelectual, como Mateo Morrison, fuera puesto bajo el lente crítico de una lupa más abierta y objetiva, la cual estaría llamada a la revelación de sus fulgores cualitativos más íntimos y ocultos; arropados o sobrecogidos hasta ese momento, sólo por el reflejo de sus acentos de emergencia y por los tonos circunstanciales de su aguerrido activismo generacional.

Hablábamos esa vez, de que ya había llegado la hora en que la obra poética de Mateo Morrison fuera objeto de mejores encabalgamientos por parte de la crítica vernácula, pretendida avezada.

Pero que tales embestidas, si tal fuera el caso, deberían estar alejadas de la conjura de conciliábulos de supermercados, librerías y cafeterías, es decir, distanciadas del prejuicio y la arrogancia tertuliante y divorciada de la infértil y degradada componenda de amelcochados miembros de capillas literarias, de dudosa reputación y falso reconocimiento; aquellos hijastros del infortunio, que, mitigados por el oro que brilla en el interior de los demás, no han tenido el valor, ni el coraje, ni el talento, de estructurar una obra de cierta trascendencia lingüística, señera inmersión simbólica y notable vocación emblemática.

Creo mis amigos («y mis amigas», para seguir en la onda de la «equidad de género»), que los textos reunidos en este volumen: «El tema del amor en la poesía de Mateo Morrison», escritos por Ylonka Nacidit-Perdomo, Enrique Eusebio, Marcos Veloz Maggiolo, José Rafael Lantigua, Odalis Pérez, Emelda Ramos, Miguel Aníbal Perdomo, León Félix Batista, Tony Raful, Agustín Labrada, Juan Bosch, José Mármol, Lilianne Pérez Marchand, Rosemary Mealy, Roberto Reyna Tejada, Franklin Gutiérrez, Ángel Hernández, César Agusto Zapata, Enegildo Peña, Fernando Cabrera y Alberto Baeza Flores; se constituyen en la mejor demostración de que la crítica, cuando está alejada de recelos y pequeñeces, sabe encontrar la perla en un océano  de espejos; y sabe también vislumbrar mejores senderos en los jardines de una obra, que como hemos visto hoy, maravillosamente se bifurca.

Muchas gracias, buenas noches.

Palabras de presentación del libro “El tema del amor en la poesía de Mateo Morrison  pronunciadas en el auditorio Manuel del Cabral de la biblioteca Pedro Mir en el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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