Maternidad y paisajes
en la obra de Amaya Salazar

Maternidad y paisajes<BR>en la obra de Amaya Salazar

MARIANNE DE TOLENTINO
Amaya Salazar ha optado, tanto en el dibujo como en  la pintura y más tarde en la escultura, por un tratamiento armonioso e idealizado de la figura humana. El temperamento sosegado de la artista favoreció naturalmente un cierto culto de la belleza, y el rechazo de lo feo y vulgar.

En sus personajes, casi siempre femeninos, entregados a la contemplación y el reposo, a la conversación y los gestos de afecto, la maternidad ocupa un lugar privilegiado. Jóvenes madres miran, sostienen y mecen a sus niños, recién nacidos e infantes en mayoría.

La actitud reflexiva y la paz interior que caracterizan a los moradores del mundo pictórico de Amaya, se leen en la protectora actitud maternal, sublimando, si no simbolizando, el nexo fundamental en la naturaleza y la transmisión de la vida. La expresión “dar a luz” cobra un valor pictórico… pues las criaturas a menudo surgen de un resplandor, otrora blanco u opalino, hoy más afín a un color brillante que ilumina  al cuerpo de la madre.  Casi siempre un ambiente abstraccionista acompañaba a los protagonistas: el interés de Amaya Salazar se concentraba en ellos y sus actitudes. Pero insinuante, el entorno tenía densidad y presencias, la atmósfera indefinible y el envolvimiento difuminante contribuían a la espiritualidad exhalada por la pareja del pequeño y su progenitora.

Llegó el paisaje. Ahora bien, Amaya Salazar había pintado bodegones y flores, a veces ambos entremezclados, con variaciones compositivas,  ornamentando ocasionalmente el escenario de la maternidad. La naturaleza, humana y vegetal, se estructuraba  orgánicamente…. situándose ya en el umbral de un paisaje abarcador.

Se perfilaban en el desarrollo de la pintura etapas futuras que ya se sitúan en el presente, y la evolución pictórica se manifiesta particularmente en el paisaje, en un tratamiento, que sabe integrar “físicamente” la flora y la gente, y en particular a las madres y sus pequeños hijos. Al igual que en los demás temas, Amaya Salazar propone una versión no convencional del paisaje tropical, perfectamente consonante con aquella de la figura humana, preservando sus objetivos estéticos y su factura impecable. Un paisajismo distinto y ampliado, que por cierto sugiere la fertilidad y el crecimiento, valores inherentes a la maternidad. Esta connotación explica la unión y “cohabitación” de los temas en un mismo lienzo, aparte de la decisión discrecional de colocar a los personajes en medio de la  naturaleza, de las plantas, identificadas y descritas “a la manera de Amaya”. De repente la integración alcanza una suerte de fusión: cuerpos y caras se mutarían en duendes, deidades y espíritus del bosque, los niños se metaforizan en retoños…

Coherencia temática

Amaya Salazar es pintora, dibujante y escultora, con absoluta coherencia temática y estilística en las tres categorías. Ha producido una gran instalación exitosamente, iniciación que determinó su incursión en el paisaje. Últimamente ha realizado también proyectos de murales.

Enriquecimiento pictórico

Amaya no ha roto con el pasado… las formas, la técnica, la composición se mantienen, cuando no se fortalecen, y el lirismo de la expresión aumenta. La asociación de los géneros, la imbricación aun de las palmas y las almas, intensifican la continuidad de su percepción y su sensibilidad artística.

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