Matices y proporciones en las diferencias

Matices y proporciones en las diferencias

Basado en visiones históricas anteriores a mi conocimiento de las crueldades propias de la Revolución Industrial de mediados del siglo diecinueve, me sentía como un burgués  de la Edad Media, cuando la burguesía estaba constituída por  una clase social de  trabajadores acomodados, especialmente comerciantes,  artesanos libres y personas que  no estaban sometidas a los señores feudales. Mi padre, que con sus fluctuantes estrecheces financieras y su formidable libertad -aún en plena Era de Trujillo-, por lo cual vivía un “Tener y no tener”, y su imprenta saltaba bruscamente de la prosperidad a la miseria, mi padre –repito- se consideraba, sin especificarlo, un burgués especialmente libre, de todos y de él mismo. Así sus decisiones y criterios podían ser indistintamente convenientes o inconvenientes.

Heredé, no tanto como hubiese querido, la concepción de que yo era un pequeño  burgués. Una especie de “Príncipe y mendigo” (con el permiso de Mark Twain, que así tituló una obra suya).

Con el auge del comunismo y la incomprensión de Karl Marx,  doctor en derecho, graduado en la Universidad de  Berlín, discípulo de Hegel, añadido esto al mal entendimiento al resultado de la colaboración de Marx con Engels, quienes en 1848 publicaban su Manifiesto del Partido Comunista, se torció  la significación de “ser burgués”. Pasó a ser sinónimo de explotador, opresor e inhumano individuo.

Pero algo bueno le ven Marx y Engels a la situación: Se ha puesto fin a toda relación feudal, patriarcal e idílica entre patrón y obrero. Dicen ellos: “Se han hundido los más celestiales éxtasis del fervor religioso, del caballeroso entusiasmo o sentimentalismo filisteo en las aguas heladas del cálculo egoísta”.

Y resulta que los espacios, las brechas y los abismos entre patrones y obreros, entre ricos y  pobres, se han anchado enormemente, con un culto asqueroso a la riqueza, que moviliza la criminalidad como única salida para enfrentar la injusticia.

La alta tecnología electrónica  ha venido a ser un arma espantosa para el crimen financiero y para la honesta interacción  humana. La mentira y la mala intención han encontrado en los modernos sistemas, medios de expansión y eficacia.

Se trata de especulación  maligna e incontrolada.Por lo menos debemos esforzarnos en ser justos hasta donde es posible a un ser  humano.

La burguesía ya desapareció

Hay potentados y misérrimos empleados. Las posibilidades de ascenso se han ido dificultando hasta tocar niveles de imposibilidad. Ya la productiva burguesía, la que engrandece a las naciones, se ha ido hundiendo en la desesperación que conduce al crimen de todo tipo.

Apenas hay tiempo para correcciones.

Sólo medidas drásticas del Gobierno, sin privilegios ni intocables, pueden aún salvarnos.

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