La presencia de historial de abuso sexual en legisladores y candidatos políticos muestra la incoherencia y contradicción en la selección de los partidos políticos de personas que deberían proteger y preservar los derechos de la niñez y la adolescencia y por el contrario legitiman las violaciones de derechos hacia la población infantil con su accionar y su discurso.
Los matrimonios con prácticas violatorias de derechos o fruto de una violación de derechos en nuestra sociedad tienden a invisibilizarse. Existe una frontera frágil entre matrimonio y abuso, así como múltiples prácticas matrimoniales donde mujeres y/o niñas son vendidas como objeto desde lo que se considera como trata con fines de matrimonio forzoso o servil.
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El uso del matrimonio como mecanismo de esclavización de las adolescentes y mujeres se muestra en tres perspectivas:
El manejo del matrimonio como la “honra” para las adolescentes activas sexualmente que son obligadas-forzadas por sus familias a “casarse” o “unirse” al hombre que “les quitó la virginidad, siendo esta una práctica de venta y esclavización de las mismas.
Casos de adolescentes y niñas vendidas a hombres adultos por familiares a cambio de beneficios económicos para la familia.
Las adolescentes y niñas sobrevivientes de abuso sexual que son obligadas a casarse.
Esta práctica muy frecuente se utiliza con la justificación de las familias de que ya ellas “son mujeres” y por tanto no deben seguir viviendo en el hogar independientemente de la edad.
Estas formas de matrimonio están sustentadas en las representaciones presentes en la cultura popular en la que se supone que la niña o adolescente que tiene relaciones sexuales deja de ser niña y adolescente para convertirse en mujer independientemente de su edad (Vargas 1998). Por lo que a pesar de que sufra una violación sexual el hombre o joven debe asumir la responsabilidad económica de ella porque “vivió” con ella. Esta práctica de expulsión del hogar hacia la niña-adolescente que sea activa sexualmente es parte de la visión machista que niega los derechos sexuales y reproductivos al sexo femenino y establece la propiedad del hombre sobre la mujer o adolescente con quien tuvo sexo.
El matrimonio puede ser un canal para la venta de niñas, adolescentes y mujeres en las que familiares, amistades, parejas o dueños de negocios se lucran con la misma. Romper con la trata supone el quiebre con un imaginario cultural en el que se normaliza el ejercicio de violencia presente tanto en la familia, como en las relaciones de pareja, amistad y espacios laborales. Los vínculos afectivos dan permiso para violar derechos y convertir las mujeres en objetos para transacciones económicas.