Mattelart
Ha influenciado el periodismo latinoamericano

<STRONG>Mattelart<BR></STRONG>Ha influenciado el periodismo latinoamericano

Una fecunda obra que supera   30 publicaciones de su ingeniosidad intelectual o compartidas con otros  cientistas sociales, cientos de artículos con énfasis en política, historia y crítica ideológica con un tratamiento profundo sobre políticas de información, comunicación de masas y demografía, así como una luenga trayectoria académica lo sindican como uno de los intelectuales fundamentales de la segunda mitad del Siglo XX y la primera década del tercer milenio.

Con nacimiento en 1936, de formación católica, Armand Mattelart terminó en 1960 un doctorado en derecho en la Universidad de Lovaina en su natal Bélgica y dos años después obtuvo una especialidad en Demografía en la Sorbona de París, antes de partir a Chile, donde comenzó su carrera académica en la Universidad Católica. En ese país, más frecuentes visitas a Argentina, México y Cuba, completó su transformación a ser un ácido crítico de las políticas colonialistas-militaristas de gobierno y empresas estadounidenses.

Este investigador de profunda integridad, que ha marcado con sus obras a generaciones de periodistas de América Latina, Europa y otras partes del mundo, estuvo de visita a mediados de marzo y por segunda ocasión en Santo Domingo, esta vez como invitado, junto con su compañera sentimental y de obra intelectual, Michelle Mattelart, por la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), para ofrecer conferencias por separado, entidad que facilitó una entrevista con HOY.

Con sus  facciones características del europeo de los Países Bajos, pómulos ligeramente salientes, mirada de  azul claro, un tanto espigado, de apariencia frágil por su edad y un español de marcado acento francés, que debió mejorar durante su estancia de una década en Chile hasta su expulsión en 1973, cuando el golpe militar contra el Gobierno de la Unidad Popular del doctor Salvador Allende, Mattelart rememora la época en que por primera vez puso su atención sobre República Dominicana,  durante la Revolución de Abril de 1965, como sucedió con la inmensa mayoría de habitantes de naciones y continentes más allá de nuestra región caribeña, por ser nuestro país casi desconocido en el orbe.

 Más que el hecho en sí, lo que le atrajo fue la publicación de un libro (Tratado Periodístico de la Información) del periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel, sobre el trato que dieron las agencias de noticias norteamericanas a la invasión militar a nuestro país con 42,000 marines. “Esto fue muy importante en mi problemática de investigación, porque fue el último caso de intervención directa de Estados Unidos en esa época.

 Después, el Pentágono cambió a algo que es muy contemporáneo de hoy, que es la estrategia del “Human Terrein”, es decir, el trabajo con la población civil y la manera de manejar las actitudes”, refiere.

 Otro aspecto por el que resultó importante en su quehacer intelectual, fue que en 1974 realizó en Francia una película, “La Espiral”, sobre los tres años del gobierno de la Unidad Popular, que se exhibió en el Festival de Cannes de 1976, pero que recién, 34 años después, fue cuando se pudo ver en Chile. “En esta película” –revela- “hay toda una secuencia sobre el momento de la República Dominicana en la estrategia norteamericana sobre América Latina”.

Uno de los aspectos más sorprendentes del discurrir de Mattelart es el cambio en el análisis de la estructura de la sociedad –sobre todo, de América Latina- desde una perspectiva de izquierda,  proviniendo de alguien que tuvo una formación enteramente católica, que él define como “la cultura dominante de Bélgica” y que le fue inyectada de chico en varios colegios, uno de ellos dependiente del Obispado, dirigido por curas. “El cambio comienza cuando paso de la Universidad de Lovaina a la de París, pero el gran cambio ocurrió en América Latina, con la confrontación de su realidad política, en un momento como 1967”.

 Fue ese año cuando comenzó a prestar sus servicios a las Naciones Unidas como experto en desarrollo social, justo cuando se dedicó al estudio de los medios de comunicación de masas, que es lo fuerte de su gran obra intelectual. Junto con Michelle, se convirtió en un estrecho colaborador del gobierno de la Unidad Popular en políticas de comunicación.

Tras el cruento golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet, alrededor de 3,000 ciudadanos chilenos y de otras nacionalidades, entre ellos dominicanos,  fueron asesinados por los golpistas.

“Yo tuve mucha suerte, nada más”, dice, convencido de su salida sin recibir daño en su integridad ni la de sus hijos, ante la represión desatada por los criminales pinochetistas. “Yo estaba solo con los niños, porque Michelle acababa de dar un seminario en la Universidad de La Habana (Cuba) y debía regresar el mismo día en que se dio el golpe de Estado, pero no pudo, porque se pararon los vuelos, evidentemente”, rememora.

 “Tuve suerte” -reitera- “porque al lado mío vivía una familia que era simpatizante de la extrema derecha y sabían que Michelle y yo trabajábamos con la Unidad Popular: eso era clarísimo”.

Refiere que el padre de esa familia, cuyos dos hijos eran amigos de los suyos, lo visitó en su residencia el día del golpe, “y me dijo textualmente: no les va a ocurrir nada”.

 “Yo me dije: pero él se tomó realmente la cosa en serio”. Mattelart exhala una leve sonrisa, quizás de satisfacción, por la dicha de haber sobrevivido y contar esta historia casi 37 años después, justo su edad en aquel momento agreste.

Mattelart tuvo conocimiento del ataque a La Moneda (casa de Gobierno en Santiago de Chile), en el momento que se concretó el golpe, porque lo llamaron a la casa, donde dormía. “Fue importante tener “este equipo de protección” -la familia vecina-, porque el problema mayor eran los allanamientos, y en mi cuadra hubo muchos”, recuerda. “Lo que sé es” –continúa-, “que mi casa estuvo a salvo: no entraron en ella, y si lo hubiesen hecho, habría sido catastrófico por los documentos comprometedores que teníamos”.

Sobre su salida del país suramericano en medio de la gravosa situación de 1973, lo tiene muy claro: “Digamos que me expulsaron, me vino a buscar un auto de las Naciones Unidas y me llevó al aeropuerto”.

 Desde entonces está radicado, junto con Michelle, en Francia, donde en principio entró como catedrático invitado en la Universidad de París, hecho protestado por sectores conservadores, especialmente del gobierno de Valery Giscard d’Estaing (1974-81), lo cual provocó momentos de inestabilidad económica. Su situación mejoró desde principio de la década de 1980 con el ascenso al gobierno del socialista Francois Mitterrand, lo cual posibilitó su admisión como profesor titular del departamento de Información y Comunicación de Masas de la Universidad de París VIII, en Saint Denis.

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