Max, la historia no le absolverá

Max, la historia no le absolverá

AMPARO CHANTADA
Nunca he dudado de las buenas intenciones de Max Puig, en la Secretaría de Medio Ambiente, por tener una educación que lo puso en contacto con la vanguardia intelectual y las corrientes ideológicas de los 80, él podía aspirar a cambiar algún orden a «las cosas».

Nunca he dudado tampoco de su convicción ambiental personal porque forma parte del bagaje personal de todo joven político actual. Pero, siempre dudé de su real autonomía, de su posible margen de actuación y de su voluntad política para enfrentar el reto al cual estuvo invitado durante estos tres últimos años. Inició su gestión con una enfermedad infantil, ya que fue parte de los acuerdos políticos con los cuales la APD y el PLD sellaron su compromiso.

Lamentablemente nos demostrará a lo largo de su gestión, que es muy difícil  mantener su personalidad e identidad dentro de un programa político y un estilo ajenos al suyo. Y a pesar del aporte significativo en votos a la victoria del PLD, su posicionamiento en el gobierno siempre fue al margen de. Incluso se comenta que en su Secretaría, en su casa, estaba acorralado y aislado. Sin embargo, acepto el reto, suponemos que, pensando romper el cerco e imponer un programa mínimo.

Sin embargo, siempre su imagen personal lucio atípica. En realidad, nunca formó parte del «clan» y se vio claramente en su comparecencia en el Senado: lucía solo, un tanto aristocrático frente a su contrincante sin talento, ni elegancia alguna. Max no salió ileso de tal combate desigual; ahí demostró su impotencia real en convencer. Max Puig nunca ha podido mostrar la identidad, ni los bordes, ni las fronteras ideológicas de su partido. Mantuvo su élite dirigencia en cargos aislados de las controversias; ésta nunca se vio implicada en conflictos  de interés ni en determinaciones de situaciones dolorosas. En cuanto a la base de la APD fue absolutamente invisible. Max Puig y su militancia evidenciaron su doctrina: ser diferentes pero sin demostrar en qué.

Nunca Max Puig asumió por eso una posición realmente satisfactoria para los ambientalistas serios y libres de ataduras. Se le recordará por sus viajes, las mondanidades y los eventos internacionales con acuerdos generales sobre cambio climático, corredor biológico, sin ninguna repercusión interna, sin adecuación local, ni ciudadanización de una población que siente lo justo de esas reivindicaciones  pero que en general carece  de  explicación científica para transformar su sentimiento en reivindicación social.

 No pudo ni pronunciarse sobre la Isla Artificial, ni sobre el helipuerto, ni sobre la tala de árboles de sombra y la siembra de palmas inútiles ambientalmente, costosas en su mantenimiento, ni se atrevió a cuestionar el impacto ambiental de tal práctica, ningún pronunciamiento sobre el desarrollo turístico tan agotador para todos los ecosistemas costeros y del agua subterránea en particular, su gestión fue eminentemente aséptica y aérea y no es un juego de palabras ni una mala intención disfrazada.

El solo  ejemplo de la negociación de la indemnización por los daños del rockash basta para entender que la intención era atravesada por un pragmatismo  político evidente. Las poblaciones esperarán en vano por alguna compensación. Ni se objetó la regeneración de las playas vistiendo a Pedro con lo de Juan (la arena para Puerto Plata traída desde Río San Juan). Ni se revisó la modalidad tan corrompida de los Estudios de Impacto Ambiental (EIA).

Mientras la inconformidad arropaba todo el movimiento  ambiental y el fuego ardía en su casa propia. Se puede afirmar que su despedida era segura y que él mejor que nadie lo sabía, por eso firmó la resolución 16/07, después de  tres años de gestión insípida y a  seis días de su despedida, como una especie de buscapié que tiró, buscando quién lo recogerá.

¿Cómo explicar una medida tan radical sin  tener en estos momentos presión de la ciudadanía ni del movimiento ambiental local? Resulta que el único apoyo incondicional que se manifestó no medió el daño inconmensurable que se le hace al movimiento ambiental y a su justa reivindicación ya que su sucesor en el cargo, no tiene porqué asumir una medida que políticamente no conviene a su partido a menos de ocho meses de las elecciones frente al poder inmenso del grupo financiero profesional que se adueña de esos recursos naturales desde años atrás, sin pensar en alternativas constructivas ni menos en canteras secas.

Un análisis detenido de las fuerzas sociales en presencia de las circunstancias políticas del momento evidencian una segunda intención a esa resolución que toma el río Nizao (debilitado no solo por las excavaciones sino por el embalsamiento) como pretexto para exigir el cierre y el traslado de las actividades de extracción de gravas y arenas que el movimiento ambiental viene denunciando desde los años 80. No es la defensa de la ecología el real motivo de tal decisión, es la recuperación política de la cuestión ambiental y la manipulación de los medias y de la opinión pública que desde el Poder se hace en torno a esa problemática. Es lamentable porque las autoridades nuevas tienen el mejor pretexto entre manos para desestimar tal resolución.

Es con una correlación de fuerzas favorable y movilizada que se cambia la relación económica extremadamente rentable que existe entre un grupo financiero y la naturaleza en todo  el país.

Es con un fuerte movimiento ambiental de pie y ni siquiera con sometimiento judicial, que legitima la relación económica para adecuarla a un orden legal jurídico fundamentado sobre una inequidad socio- ambiental original, que es la apropiación brutal de la naturaleza por una minoría en detrimento de las posibilidades de desarrollo integral de las comunidades aledañas. Max Puig con la firma de esa resolución, intenta descargarse frente al país de una responsabilidad que no quiso asumir cuando pudo hacerlo. Esa es  la cara del político y del precio que no quiere pagar por asumir alianzas que le dieron acceso al Poder y  a  los numerosos viajes que tiene en su hoja de vida, pero que no le permitieron asumir el rol que la historia puso  en sus manos.

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