Máximo Pellerano

Máximo Pellerano

VIRGILIO  ÁLVAREZ BONILLA
La muerte de Máximo Pellerano Romano me causa profundo pesar, además de ser un amigo sincero, fue Máximo un maestro para todos los que en alguna ocasión incursionáramos en la industria del seguro. Junto a don Rafael de León (don Fello) y a Luis Augusto Ginebra (Payo), formó la trilogía de los precursores del Seguro Dominicano.

Los tres surgieron de cero, en el caso de Máximo de una pequeña agencia de seguros y efectos deportivos en la calle del Conde, levantó la que fue quizás la mayor compañía de seguros y con ella toda la ramificación de lo que sería un verdadero imperio económico. Como empresario fue ejemplo de caballerosidad, su conducta dentro y fuera de los negocios estuvo siempre acompañada de la ética más estricta. Era hombre emprendedor, un verdadero ganador en la difícil tarea de la creación de riquezas producto del trabajo honesto. Tuve el privilegio de conocerle bien, de tratarle, de combatirle en el campo de los negocios que nos eran comunes y reconocer sus bondades y aceptarle sus defectos como cualquier humano. La lucha para la consolidación del seguro nativo, le debe mucho. Aquella era época difícil, cuando los intereses extranjeros dominaban y Máximo paciente, sereno y discreto, se movía entre las aguas turbulentas de esos intereses, proponiendo siempre formulas de avenencia que a la postre inclinaron la balanza a favor de la creación de un seguro dominicano dominante. En la Cámara de Aseguradores de la época, primero dirigida por mí y posteriormente por el dilecto amigo Moisés Franco Llenas, se libraron las más desinhibidas batallas para la consolidación del seguro nativo. Los tres grandes se enfrascaron en muchas ocasiones en áridas y apasionadas discusiones en defensa de sus intereses, Máximo muchas veces fustigado por sus competidores rivales, cuando parecía acorralado, levantaba su espigado cuerpo del asiento, y con una sonrisa leve se despedía alegando tener otros compromisos ineludibles, dando por terminada la discusión que siempre calificó de improductiva. En el fondo él sabía que los intereses de los tres eran los mismos así también el propósito que los animaba, las diferencias existían en la forma. De esa manera se fortaleció el seguro dominicano, crecieron las grandes compañías de la época, La Universal, Seguros América y La Nacional de Seguros, se dio paso a la ley de Seguros Privados, se fundaron nuevas empresas aseguradoras y reaseguradoras nativas, surgieron nuevos valores y técnicos especializados, en fin se produjo la gran arrancada de un negocio de servicios que como el seguro contribuye de forma efectiva al fortalecimiento de nuestra economía. Al cabo de los años, ya realizado optó por el retiro y la delegación de responsabilidades al natural relevo generacional; en el año 1996 fui a verle en su oficina de siempre en el edificio de la Av. Máximo Gómez, allí me confió que estaba prácticamente retirado de todos los negocios, mantenía su afable sonrisa, mi visita se debió al propósito de agradecerle su intervención en un grave conflicto que me afectaba y que él resolvió sin titubeos.

Máximo fue amigo de aquellos que siempre están presente en los momentos aciagos, como lo hizo conmigo en aquella ocasión, cuando se es víctima de las pasiones que suelen desbordan el raciocinio humano, cuando a veces el paso por la vida pública implica desagrado y amargura. De él recibí la mano amiga en esas circunstancias tan tormentosas, por ello mi hogar también está de luto con su muerte.

Con la desaparición de Máximo Pellerano, se va uno de los grandes, de aquellos hombres que dejan huellas, de los que en su paso por la vida cumplen una misión de utilidad, Al final de su vida este gran dominicano fue víctima de las actitudes de otros, esto por supuesto nunca podrá empañar su hombría de bien ni su conducta. A su esposa Pilar y a sus descendientes todo mi afecto y mi dolor compartido.

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