Mayo 19

Mayo 19

Guido Gómez Mazara

La impresión de favorabilidad que se desprenden de los resultados electorales municipales sirve de aliento y estímulo para una tropa partidaria y organizaciones aliadas, asociadas con los componentes emocionales del típico ciudadano dominicano. El ayer perredeísta, hoy militante del PRM sabe con claridad que, históricamente, los adversarios siempre apostaban a manipularnos por múltiples vías con el objetivo de derrotarnos antes del primer boletín.

La postura tradicional del militante dentro del PRM arrastra vicios de una extrema confianza cuando los indicadores de simpatías establecen altas probabilidades de triunfo. Y mantener esa manía resulta dañino. Lo justo es apuntar las características de los escenarios de febrero y mayo. Así tomamos precauciones y no nos dormimos creyéndonos ganadores. Y las presidenciales y congresuales se ganan con el boletín final del 19 de mayo, no antes.

La jurisprudencia de Majluta en 1986, José Francisco Peña Gómez dentro del reñido proceso de 1994-96 y la derrota de Hipólito Mejía en el 2012, deben brindar una dosis de sensatez para no creernos ganados. Es innegable que, en esos tres precedentes, se combinaron niveles de irracionalidad y la conspiración interna. Ahora bien, releer el rol de los actores y factores invisibles, pero de altísima carga sediciosa debe ser materia de análisis.

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Lo que parece imposible visto desde la racionalidad electoral no concuerda con la lógica de sobrevivencias y odios, propios de la lucha partidaria. Elías Wessin acompañó en la boleta de 1974 a don Antonio Guzmán, Juan Bosch en interés de cerrarle el paso a Peña Gómez recibió el endoso de Joaquín Balaguer en 1996, abriéndole las puertas del poder a Leonel Fernández. El factor invisible rumbo a las elecciones de mayo descansa en la cuota de rabia acumulada por un actor, en la oposición y con un ADN caracterizado por la sed de venganza. De ahí, el afán de retaliación que está planteado en la mesa del poder. Por eso, en el PRM, con posterioridad a los resultados electorales favorables, se debe definir con inteligencia hacia qué lugar se organiza el puente de entendimiento con miras a una armonía social que debemos preservar evitando su resquebrajamiento, esencialmente porque una franja derrotada y repleta de recursos apostaría al desequilibrio social, en capacidad de orquestar protestas en las calles e invalidar el cuerpo de reformas institucionales pendientes.

La nación post elecciones debe consolidar un pacto en lo social, económico y político para la próxima década. Además, los actores ciudadanos que, con autoridad y legitimidad están produciendo liderazgos más allá de los partidos, representan la herramienta inteligente en condiciones de esquivar la red de intereses malsanos que pululan en tantas instancias, siempre conducidos por sus ventajas.

En mayo 19, los números decidirán los verdaderos niveles de simpatías. Ahora

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