Mayobanex Vargas y Vargas fue el último sobreviviente de la expedición de Constanza Maimón y Estero Hondo.
Mayobanex Vargas y Vargas, el último sobreviviente de la expedición de Constanza Maimón y Estero Hondo del 14 de junio de 1959, mostró el lado más humano de la lucha contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en una entrevista donde contó sus vivencias y las constantes burlas de las que fue objeto durante la ¨Era de Trujillo¨.
En una conversación en el año 2016 para el programa «Revista Dominical Dejando Huellas», producido por Onorio Montás y transmitido por CDNRadio, el excombatiente, ya fallecido a los 80 años de edad a causa de un cáncer de estómago, relató cómo estuvo a punto de ser fusilado por conspirar contra el régimen.
Mientras era perseguido por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), su padre, Juan de Jesús Vargas, mejor conocido como Negrito, le dijo que había hablado con su amigo, el general Juan Tomás Díaz quien le habría prometido hacer todo lo que estuviera a su alcance para salvarle la vida.
Incrédulo, Mayobanex Vargas y Vargas es llevado a caballo hacia una finca que se encontraba en un llano, donde el general ya le estaba esperando junto a un grupo de militares.
Díaz pidió a la guardia que se retirara del lugar y, según narró Vargas, en aquel momento pensó que iba a ser asesinado, sin embargo, aseguró que no tenía miedo de morir, sino que le atemorizaba lo que podrían hacerle a su padre.
Contrario a lo que pudiera pensarse, el general le dijo cariñosamente que se sentara junto a él debajo de un árbol cercano donde le explicó que se había dado la orden de encarcelarlo y, acto seguido, pide que se les envíen a los mejores guardias para encarcelarlo.
El general Luis Pérez Bello, quien lo había encarcelado en otras dos ocasiones mientras hacía el servicio militar obligatorio, se ofreció de inmediato, obteniendo por respuesta un reproche por parte de Tomás Díaz.
“Le preguntó si quería darse el lujo de llevarme y le dijo de todo, yo estaba contento con todo lo que le dijeron”, recordó entre risas.
Pero los acontecimientos que siguieron a este hecho marcaron momentos de incertidumbre para el expedicionario. Mientras era transportado, buscaron a su madre para que pudiera verlo por última vez, ambos se abrazaron entre llanto mientras los militares le decían que por ser un hombre no debía llorar.
“No estoy llorando por lo que me va a pasar, que se sepa eso. Estoy llorando por mi mamá”, respondió Vargas con valentía a los comentarios despectivos que recibió.
José Arismendi Trujillo Molina, mejor conocido como Petán, el quinto hijo de la familia Trujillo Molina, lo recibió en una casa que poseía en el campo en lugar de esperarlo en la fortaleza como era costumbre.
Mientras Petán analizaba su fusil, su primo Jacobo, militar de la dictadura mintió diciendo que el arma no había sido disparada, pero, al descubrir el engaño, se molestó y le reprochó.
Fue interrogado por su asistente en conjunto con José Eleuterio Pedraza quienes determinan que debía ser llevado a la fortaleza. Vargas y su padre se abrazan y con lágrimas en sus ojos, lo encomienda a Dios. “Mi padre no lloraba por nada, pero ese día lloró”, señaló.
A las dos de madrugada fue llevado hasta Constanza, donde nuevamente pensó que sería asesinado. “A usted lo estaban cuidando y no se daba cuenta”, fueron las palabras que recibió.
En Constanza lo encerraron en una solitaria que se encontraba en el patio, donde numerosas personas fueron a burlarse de su situación.
Fue llevado a una pequeña casa ubicada al lado de la fortaleza para ser interrogado por el mayor general Mélido Marte, un asesino nato. “Cuando me sacan de ahí y voy cruzando la puerta vi a dos americanos altos y fornidos. Pasé por el medio de ellos y les pedí tantas cosas con la mirada”, señaló.
Recordó con amargura como en el interrogatorio Marte le hacía preguntas que él mismo se contestaba por ejemplo, ¿Qué harían con el generalísimo?, y se respondía, oh asesinarlo…. En eso, un teniente les interrumpió diciendo que fuera había dos periodistas interesados en hablar con el prisionero.
“Dígales a esos gringos que aquí no hay prisionero”, respondió Marte.
Inmediatamente después es llevado a Santo Domingo, el lugar donde Vargas tuvo sus peores vivencias. “Yo no sabía que existía el infierno de esa manera”, declaró.
Entre torturas e interrogatorios mantuvo una conversación con Tito Sánchez en la que le preguntó si quería confesarse.
– “Sí”, respondió Vargas firmemente.
– “¿Sabes lo que le pasa a un prisionero cuando se confiesa?”
– “Sí, lo matan”.
Vargas fue llevado a una pequeña llena de sangre donde el Padre Rodríguez confesaba a los presos. Allí, le pidió que le dijera a Ramfis Trujillo que entregara su cadáver a su familia.
“Lo menos que me dijo fue que yo no merecía nada de Trujillo porque yo era un perturbador de la paz del gobierno dominicano. También me dijo que era un malagradecido porque Trujillo me mandó con una beca a estudié a Estados Unidos y mira cómo le pagué”, explicó.
Añadió que se negó a recibir la confesión y se encerró en el baño dispuesto a suicidarse, sin embargo, luego de una breve reflexión pidió a Dios que le dejara morir con dignidad.
“Que me maten ellos”, pensó.
Pero en vez de asesinarlo, le entregan un uniforme nuevo y le dicen que había dos periodistas que querían hablar con él, los mismos norteamericanos con los que se había encontrado anteriormente, quienes trabajan para el periódico The New York Times.
Vargas afirmó que fueron ellos quienes evitaron su muerte en aquel momento. Los he calificado como ¨dos ángeles del cielo”, dijo.
Posteriormente, es condenado a 30 años de prisión y llevado a la cárcel La 40, sin embargo, se había dado una orden que prohibía que lo torturaran, aunque esto no evitó el sufrimiento ocasionado por escuchar los gritos de sus compañeros y la incertidumbre de no saber cuándo sería su turno.
En los últimos años de la dictadura, cuando Trujillo cayó en la desgracia debido a sus crímenes y la comunidad internacional se había declarado abiertamente en contra del régimen, Mayobanex Vargas y Vargas fue indultado.
Contó que una vez fue puesto en libertad, intentaron matarlo dos veces a las que logró sobrevivir. A su vez, declaró que fue deportado por Joaquín Balaguer en el año 1969, con un nombramiento en el consulado de Jamaica para disfrazar la situación.
Cuando su padre quien era amigo de Balaguer le reprochó la decisión de expulsar a su hijo del país, a lo que este respondió: “Vamos a sacarlo del país porque yo no soy responsable de su vida”.
Estas entrevistas son parte de un libro de entrevistas más extensas realizadas en el programa ¨Dejando Huellas¨durante sus 14 años de existencia.