Maíz para otro gallo

<p>Maíz para otro gallo</p>

CHIQUI VICIOSO
La primera negra que se dejó un afro en este país se llama Paula Terrero. Era a finales de los 60 y yo también regresaba de Nueva York, con un pajón enorme, fruto de mi admiración por la legendaria dirigente negra Angela Davis, y el gran descubrimiento que fue para mi el estribillo de “Black is beautiful”, o lo negro es bello.

La bella Paula era para ese entonces novia de ese rubio, de ojos azules, que es el pintor Geo Ripley Vicioso, y éramos un trío tan chocante para el patio local que siempre nos vivían agrediendo. Curiosamente, la mayoría de las burlas y agresiones provenían de hombres y mujeres mulatos o negros con el pelo desrizado, y como yo venía de la escuela del educador brasilero Paulo Freire y su Pedagogía del Oprimido, entendía esas agresiones como un mero resabio del opresor interno de esas personas y me reía, nos reíamos mientras proseguíamos en nuestras andanzas.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces: más de tres décadas; millares de seminarios, talleres, jornadas, y conversatorios sobre el racismo y el genero; millares de publicaciones; data shows; slide shows; videos; películas; grupos de discusión; Octubres Mulatos; 25 de Noviembres; 8 de Marzos; y todavía aparece un director de acción comunal que le regala a las mujeres el Día de Navidad, un desrizado, o lavado de cabeza para que “mejoren su autoestima y practiquen la coquetería que les es innata”.

Si este Gallo no fuera el mismo que repartió gatos en los barrios populares, cuando estaban invadidos de ratas, lo cual nos colocó en el libro de récords Guinnes como una curiosidad a nivel mundial, a este señor habría que llevarlo a los tribunales, ya no por el asesinato de un cobrador, sino por haber malgastado seis millones de pesos en desrizado, shampoo y rinse cuando lo que las mujeres reclamaban era una cena para calmar el hambre de ellas y sus familiares.

Confieso que mas que molestarme la acción del Gallo me ha provocado un a risa tan grande, ha causado tantas bromas y chistes en todas las fiestas en las que he participado en estas Navidades, que a él debemos de agradecer terminar el año de manera jocosa y no preocupados, como siempre, sobre el devenir de la nación, ahora debatiéndose entre el descarnado pragmatismo, o pragmatismo necesario (como dicen algunos), y las bellas ideas, y el bello decir.

¿Es el gallo responsable de este desatino?

No, lo es la ONAP que aún no impone, como requerimiento indispensable para la contratación de servidores y servidoras públicos, un test psicológico, o un certificado de sanidad mental. Y lo son las instituciones del Estado Dominicano por no requerir, como algo obligatorio, un curso de género para todos sus funcionarios y funcionarias para que comprendan lo que venimos diciendo las dominicanas desde hace ya cuatro décadas: Que somos distintas a los hombres, pero no desiguales, y al no ser desiguales debemos de respetarnos.

Si el Estado no instituye esos cursos de manera obligatoria, así como lo ha hecho la Cancillería, a través de su Escuela Diplomática, para todo el personal recién nombrado, entonces abundarán los Gallos no ya decidiendo que las mujeres vayan al salón de belleza el Día de Navidad (algo que con toda la propiedad del mundo este podría sugerirle a su esposa); sino otros Gallos que hasta se están atreviendo a sugerir la desaparición de la Secretaría de la Mujer porque en la Sexta, Séptima, Octava o Novena República Dominicana que envisionan no se necesitara que el sexo femenino piense.

Con esos cursos de género, y el pensamiento de Salomé Ureña, su hija Camila, Ercilia Pepín, Socorro Sánchez, Rosa Duarte o Minerva Mirabal, cuyas frases deberíamos de enarbolar en todas las actividades públicas (a Diderot y a Schiller hay que dejarlos para impresionar otras audiencias), podríamos echar a andar a esa humanidad femenina dominicana (que es el 52% de la población y el 56% de los votantes) que esta vez ha dicho ¡Basta!

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