Detrás de proyectos como estos hay inversores como Tom Brady o LeBron James. También existe un enfoque mucho más lúdico y de entretenimiento.
El pickleball explotó tras la pandemia. Está de moda. Comparte elementos del tenis, pádel, bádminton y tenis de mesa. 36 millones de personas lo juegan en Norteamérica.
No cuenta con limitaciones de edad, género o condición física. John McEnroe, María Sharapova, Andre Agassi y Steffi Graf lo promocionan en Estados Unidos.
El Abierto de Miami organizará un torneo vinculado a su Masters 1000. Creado en 1965, no fue hasta la pandemia cuando explotó, porque es fácil de aprender y practicar, además de no contar con limitaciones de edad, género o condición física.
Son las grandes fortalezas que explican el inmenso crecimiento de este deporte en suelo americano. Es por esto que pocas disciplinas deportivas pueden presumir de una salud tan buena en tan poco tiempo.
Ser tan sencillo de practicar conlleva que el ‘pickleball’ cuente con el mayor margen de edad en sus practicantes, con medias de entre 18 y 34 años.
La construcción de pistas no se detiene, hoy en día existen más de 10,000 lugares físicos en los que jugar un partido de ‘pickleball’, y lo más importante, un tamaño de mercado de casi 153 millones de dólares.
El proceso para montar una pista es rápido, barato y efectivo. No ocupa apenas espacio, no precisa de grandes obras ni montajes, y puede jugarse en exteriores o bajo techo. Un negocio redondo y con mil pieles diferentes.
La rentabilidad de este deporte es absoluta sea cual sea la fórmula que se le ocurra al inversor, desde enfocarlo por el lado más puramente deportivo, ya sea como entretenimiento o incluso competición, hasta mezclar el concepto ‘pickleball’ con otros más tradicionales como la restauración o el entretenimiento.
De este modo, encontramos diferentes líneas de negocio con la excusa de agarrar una pala con amigos, para jugar.