Me alegra

Me alegra

Mi satisfacción fue tranquilizadora al saber que la economía marcha bien. Por las noticias que me ofrece Rossy, debido a las compras que realiza para el sostenimiento de la familia, tenía una visión distinta. Al tener a mano los diarios nacionales con la noticia ofrecida por los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la llamé. “Rossy –me permití comenzar lo que sería un prolijo discurso- es mentira cuanto me has dicho sobre la situación económica. El Fondo dice…”

En el instante mismo en que mencioné al Fondo, se armó la garata. “Acabo de leer esa información –me dijo. Fíjate cuándo lo dicen: cuando tenían su viaje armado y se encontraban camino a Washington. ¿Por qué no lo dijeron antes, para mandarlos a la cámara del terror?”. Esta vez fui yo quien, aprovechando un jadeo derivado del ímpetu con que me hablaba, la interrumpí.

¿Qué es la cámara del terror? pregunté. “El comercio”, respondió con un laconismo que me dio miedo. “Dile a esos técnicos que vayan a las tiendas de ropas y calzados, a los supermercados, a las farmacias, con sueldo dominicano. Lo que ocurre es que es muy bueno venir con sueldo de Washington, oir a unos colegas comprometidos con unos estudios que tienen que defender y decir que la economía marcha bien”. No me atreví a comentar nada más. “Hablaremos cuando llegue”, me atreví a decirle, casi como un ruego.

Cuando se recorren las plazas comerciales se contemplan los letreros que hablan de la buena marcha de la economía. Algunos negocios ofrecen una reducción de precios de hasta un 70%. Por lo general, el recorte ronda entre el 20% y el 50%. Al cavilar respecto de tales letreros, pensé en la bonanza de la economía. “Y eso -me dije para mis adentros-, faltan por aplicar el nuevo aumento del precio del kilovatio eléctrico y los todavía discutidos impuestos”.

¿Cuál es la economía que marcha a las mil maravillas? Tal vez sea conveniente que se nos explique en detalle a cuantos dependemos de rentas fijas, cual es el caso de los sueldos. Salarios aumentados ligeramente en este año y que dos años atrás alcanzaban con brega para el sostenimiento familiar, no logran cubrir, hoy, el 80% de las necesidades. Vivimos inmersos en una espiral de deudas, sostenidas por ese instrumento de posposición de pagos que es la tarjeta de crédito.

Ella misma, sin embargo, tiene su límite. El tope de las mismas es aumentado y en mayor proporción los bancos fijan mínimos de pago también más elevados. Durante algún tiempo, llevados de la seguridad ofrecida por el FMI, podemos sonreír. Pero en poco tiempo nos damos cuenta de que la economía que marcha bien es la del gran capitán. Aquí abajo, en la fila de los gobernados, estamos desesperándonos.

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