Me matan hasta mis biznietos

Me matan hasta mis biznietos

Por razones obvias de edad, no conocí en nuestro país a Anselmo Paulino Alvarez, el valido del régimen de Trujillo que acumuló más poder, después del hombre fuerte de San Cristóbal y posiblemente, el único dominicano, objeto de tres decretos, en una misma fecha publicados en la Gaceta Oficial y a quien al yo preguntarle en Suiza, cuando me lo presentaron, porqué no escribía sus memorias, respondió: «me matan hasta mis biznietos».

Estando yo en Ginebra, Suiza, para representar a la República Dominicana en la reunión anual del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), en la década del setenta, en la oficina del Representante Permanente de nuestro país, ante los Organismos Europeos de la ONU, uno de los mejores diplomáticos dominicanos, el Doctor Fabio Herrera Roa, llegó el Señor Anselmo Paulino, cuando yo estaba en la maquinilla redactando el discurso que iba a pronunciar en la reunión del GATT y cuando éste me preguntara a que familia yo pertenecía, al responderle que a la familia Saladín, me detalló de memoria, de una manera impresionante, el currículo de mi familia completa, en un alarde de memoria impresionante.

Ahí conocí en Europa al hombre que al lado de Trujillo fue el pararrayo de ese régimen, escalando todas las alturas del poder y luego, la caída brutal de esas posiciones, pasando Anselmo Paulino al exilio, donde escuché algunos de los episodios de su vida política.

En una de esas oportunidades, al preguntarle a Don Anselmo, porqué caían en desgracia los hombres en la política y el uso del poder, me expresó, «apréndase esto, Saladín, una de las causas, puede ser una mujer. Yo estaba despachando con el Jefe, cuando le avisaron que su esposa, la Primera Dama, quería verlo. Inmediatamente, le pedí al Jefe que me permitiera retirarme y tres veces, el Jefe me respondió que me quedara. Para mis adentros pensé, me desgracié y así fue. Tan pronto entró la Primera Dama, Trujillo la recriminó violentamente, delante de mí, refiriéndose en forma muy dura a un familiar muy cercano de ella. Me dije, «doña María va a creer que fui yo el que le di esa información al Jefe.»

Según don Anselmo, la Primera Dama se sintió humillada y el odio que le cojió a él no tuvo límites a partir de ese momento, transmitiéndole dicho odio a su hijo Ramfis, el cual no podía ver a Anselmo Paulino Alvarez.

Oyendo a aquel hombre con un anecdotario infinito de su paso por el poder y las mieles de la política, hasta ser destituido de sus elevadas funciones, hecho preso en la Fortaleza Ozama, sometido a un proceso judicial y luego extrañado del país hacia el exilio, le sugerí que él debía dotarse de una grabadora con una docena de cintas de noventa minutos y comenzar a dictar sus memorias para que luego una secretaria de las mecanografiara. Su respuesta fue: «me matan hasta mis biznietos». Siempre se rumoró, no obstante, aunque no se sabe si es cierto, que había escrito esas memorias para publicarlas veinticinco años después de su fallecimiento.

Años después, me llegó la información de que al regresar de su exilio al país, Anselmo Paulino Alvarez, visitó a sus enemigos políticos, pidiéndoles perdón a cada uno de ellos. Cuando él cayó en desgracia, Paquita Escribano, en su programa radial, popularizó la expresión, «feneció el coleóptero», alusión al mote que le daban sus enemigos, «el piogan» para satirizarlo cuando estaba en las alturas del poder.

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