Emilito y Amado lavaban con cervezas los pisos de los lugares de diversión donde tomaban tragos. Alquilaban 8 o 10 carros y salían en caravana hacia el Cibao, donde vivían las hembras más sabrosas. Habrá que averiguar qué no hicieron Emilito y Armado para malgastar la fortuna que heredaron de sus padres.
El hijo de Pedro Justo Carrión importó el primer automóvil marca Lamborghini que circuló por avenidas, calles y caminos del país. El vehículo era, entonces, tan desconocido y sofisticado, que venía periódicamente un técnico desde Italia, a darle mantenimiento. No es cuantificable lo que costaba la operación de tal automóvil.
Olvidaba escribir que tanto Emilito y Amado como el hijo de Pedro Justo Carrión no pudieron acabar con el romo, aunque hicieron el esfuerzo. Al final, fueron vencidos por la realidad y, venidos a menos, fueron dejados de lado por los “amigotes” que los acompañaron en tan ruidosas, elegantes y opíparas parrandas. Sin fortuna, era más difícil que les abrieran las puertas, como antes.
Mi tía Gloria Piñeyro viuda Peguero murió pasados los 95 años, con pleno uso de sus facultades. Mi padre, Julio Gautreaux, murió de 93 años y medio. Mi primo hermano José Roca Brache, murió pasados los 95 años. Esa herencia me permite pensar que, pasados los 80 que tengo hoy, abrigo la esperanza de disfrutar de, por lo menos, otra década de vida.
Desde la altura de mi edad y con los años vividos, estoy cada vez más preocupado por el futuro del país, puesto que lo que se avizora, a corto y a mediano plazo, es el aumento de las dificultades, que se multiplican día a día.
Aparentemente, no hay solución fácil, democrática, pacífica para que podamos gozar de derechos elementales tales como la verdadera y plena libertad de expresión, vivir bajo un régimen que permita confiar en que la justicia trabajará para castigar la corrupción y eliminar la impunidad, que los ladrones serán despojados de las riquezas acumuladas por el ejercicio de malas artes, que la sociedad dominicana pueda vivir sin temor, sin la aprensión de que, en cualquier momento, la arbitrariedad y la complicidad entre autoridades, nos puedan despojar de nuestros derechos sin que haya un sistema judicial independiente y creíble.
Una buena parte del déficit público se va a los bolsillos de funcionarios corruptos y traidores que nos hacen pagar sus robos al erario.
Ahora, que se anuncia que el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos para el 2019 requiere de miles de dólares de nuevos préstamos extranjeros, para equilibrar los ingresos y los gastos, pienso que debemos trabajar para que, mejor temprano que tarde, los ladrones que se roban los dineros del erario sean despojados de sus fortunas y vayan a parar a la cárcel.