Se despiertan preocupadas en medio de la noche. Se sienten culpables, decepcionadas y desesperanzadas.
Son algunos de los sentimientos que invaden a las madres que sufren ecoansiedad, un término reciente empleado para describir la impotencia abrumadora que experimentan algunos cuando piensan en el cambio climático.
Para algunos, estos miedos pueden ser particularmente acentuados.
La BBC habló con algunas de las madres afectadas por esta condición. Estos son sus testimonios.
Al igual que otros padres primerizos, Heather Sarno acude con su hijo Jack, de cuatro meses, a clases de música y ritmo diseñadas para bebés.
Pero un día rompió a llorar por sus miedos sobre el futuro del planeta.
«Le pregunté a uno de los monitores si podía hablar con otra de las madres para acudir a Extinction Rebellion y me respondió que ella no se involucrarían en ningún asunto político, lo cual me enfadó mucho», reconoce Sarno, residente en Nottinghamshire, en el centro de Inglaterra.
La monitora le recomendó que visitara un médico, pero a Sarno no le pareció que «un doctor le prescribiera lo que ella quería».
La madre, de 32 años, comenta que el hecho de que sus miedos se basen en evidencias científicas agrava su ansiedad de una forma distinta a la que normalmente sufren los padres primerizos sobre el futuro.
«Un doctor no es capaz de controlar a las compañías responsables de emitir el 70% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono o de parar los vuelos recreativos», afirma Sarno, y añade: «esta mañana estuve llorando mucho sobre eso. Es como procesar un duelo».
Los miedos de Sarno se han incrementado desde el nacimiento de su hijo Jack, el momento en que realmente reparó en el impacto del cambio climático.
«Fue terrible. No pude dormir durante días. Se fue mi apetito y lloraba mucho. Me sentía muy ansiosa y enfadada. Recuerdo preguntarle a mi marido si era consciente. Me sentí culpable de haber tenido a Jack», reconoce.
A causa de la culpabilidad, Sarno decidió no tener más hijos.
«Mi hijo es adorable. Puedo mirarle y romper en lágrimas porque quiero que tenga una vida agradable. Puedo estar llorando todo el tiempo pero he alcanzado una especie de paz con el hecho de que si seguimos de esta forma, él morirá por los efectos del cambio climático.
Sé que es horrible, pero he asumido que terminará pasando», dice Sarno.
Esta madre canaliza su energía participando en las actividades de Extinction Rebellion, a las que lleva consigo a Jack.
Aunque son manifestaciones masivas, a ella no le preocupa que el bebé se abrume. «El ambiente es bastante relajado», dice, «no quiero trasmitirle mi ansiedad hasta que no sea lo suficientemente mayor para lidiar con ella».
Las Asociación Americana de Psicología describe esta condición como «el miedo crónico a la fatalidad medioambiental».
Para Caroline Hickman, profesora de la universidad de Bath en Reino Unido, «no es una enfermedad mental. De hecho, es un signo de buena salud mental porque uno está interactuando con lo que está sucediendo».
La ecoansiedad puede manifestarse con duelo, enfado, depresión y negatividad.
La Alianza para la Psicología Climática (CPA por sus siglas en inglés) dice que la ecoansiedad ha estado latente durante décadas, pero la «masiva conciencia pública» actual ha puesto más el foco en ella.
La profesora Hickman expresa que esta condición es particularmente acentuada en padres, ya que «sienten culpabilidad y aflicción por sus hijos».