Me voy a regalar un espejo

Me voy a regalar un espejo

Si creyera en los Reyes Magos y decidiera pedirles algún regalo, de seguro me inclinaría por un espejo mágico. Debería ser uno bien grande que me permitiera ver de principio a fin los más de seis pies que tengo de estatura. Que nadie se llame a engaños y vaya a creer que estoy tratando de estimular mi ego considerando que tengo un físico digno de mirar. Ya es tarde para eso; mi propósito es otro.

Lo digo porque el espejo al que me refiero tendría que ser como el de la madrastra de Blancanieves en el folclórico y anónimo cuento infantil. Aquel respondía verazmente cada vez que la vanidosa mujer le preguntaba quien era la más bella del reino. Como aquel de la fantasía, mi regalo de Reyes debe reflejar no sólo imágenes, sino también voces, ideas y conceptos.

Quiero un espejo mágico para cada vez que se me ocurra discutir airadamente con una persona, conocer por anticipado si lo que voy a decirle al otro fuese de mi agrado que me lo dijeran. No es lo mismo dar que recibir. Eso lo sabemos todos. No son pocas las veces en que uno se siente incómodo ante una situación y responde sin pensarlo mucho, hiriendo susceptibilidades ajenas. A menudo somos capaces de usar palabras fuertes e insultantes sin tomar en cuenta que nuestros defectos son peores. Pienso que saber por anticipado el efecto que podrían surtir mis palabras en otros me motivaría a ser más comprensivo con las actitudes de los demás. Vivir regañando y dando boches demuestra inseguridad en la vida. Allí se comprueba que la mejor forma de defenderse es atacando, pero también se evidencia quién es el débil aunque quiera lucir fuerte.

El espejo mágico me serviría para evitar las situaciones en que, por gusto, pretendería convertirme en juez de los demás. Es muy común que uno enjuicie lo que los otros hacen, olvidando que, al mismo tiempo, está haciendo cosas peores que las que critica. Adjudicamos a los demás los defectos que son propiamente nuestros y nos cegamos para nunca admitir los propios. Resulta muy cómodo valorar o murmurar a los demás sin tener todos los elementos a mano para hacer una justa evaluación. Sin embargo, cuando es uno el que mete la pata, a menudo busca la justificación, aunque sea halada por los moños. Desde que se inventaron las excusas nadie queda mal. El espejo mágico evitaría la impunidad de nuestros juicios mientras estamos buscando la condena a cadena perpetua para aquellos que no están dentro de nuestra gracia.

El espejo mágico podría facilitarme el descubrir por anticipado aquellas tres virtudes que aconsejaba el antiguo sabio para evitar que uno caiga en la categoría de chismoso o difamador. ¿Es el comentario que se pretende hacer verdadero? ¿Me enteré directamente o me lo contó otro? ¿Es necesario y útil que se difunda esa opinión? Habría que repetir frente a la azogada superficie el criterio que estaríamos apunto de proferir y medirlo con esos tres parámetros. Porque no es lo mismo comentar un criterio irresponsable sobre alguna persona para luego no querer admitir que se digan cosas fuertes sobre nosotros. En este país lo más fácil es decirle ladrón o inmoral a cualquiera porque son muchos los amigos que nos han decepcionado cuando han pasado por el gobierno de la nación. Sin embargo, nos escandalizamos cuando alguien osa dudar de nuestra honestidad o de nuestra seriedad.

Cuando me crea ser el más sabio o el que más se destaca en algo, quisiera que el espejo mágico que anhelo me obligara a poner los pies sobre la tierra. A los isleños tradicionalmente se nos ha inculcado un complejo de superioridad para poder soportar nuestra inferioridad generada desde los tiempos del “situado”. De ahí que abunden los falsos sentimientos de grandeza entre algunos que se creen los mejores de los mejores sin serlo.

Esa habría sido mi petición si hubiera creído en los Reyes Magos. Pero como no creo “ni en la una y una” me tendré que conformar con elaborar mi propio espejo mágico meditándolo todo antes de pensar, decir o hacer alguna cosa que perjudique a otros. Porque lo más probable es que yo esté siendo peor que aquellos a los que a veces critico sin tener todas las razones a mano. Y el espejo mágico que debo fabricar podría prevenirme de exponer toda mi debilidad al tiempo que pongo en tensión todas las fuerzas para corregirme.

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