Mecanismos que explican
el auge del mercado del arte

Mecanismos que explican<BR>el auge del mercado del arte

¿Cómo es posible que alguien pague doce millones de dólares por un tiburón disecado pese a que lleve un título tan original -o pretencioso, según se mire- como “La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo”?

   ¿Cómo puede alguien firmar un cheque por 690 000 dólares en una subasta por una chaqueta que parece que alguien dejó abandonada en un rincón y que se subastó en Sotheby’s bajo el título de “Nadie se marcha nunca”?

   ¿Por qué razón una especie de escultura en porcelana de Jeff Koons, que representa al cantante Michael Jackson con su mono Bubbles, una obra de un kitsch subido, consigue venderse por 5.6 millones de dólares, más de lo que puede costar en el mercado una escultura de Rodin o de Brancusi?

   ¿Y cómo es posible, también, que se pague por tres estudios para un autorretrato de Francis Bacon, pese a la enorme valía reconocida del pintor anglo-irlandés, el equivalente al valor de dos cuadros de Monet, uno de Pissarro y un Cézanne?

   Tratar de averiguar esa extraña alquimia por la cual artistas como el británico Damien Hirst, el creador del tiburón disecado en un tanque de formol, o el estadounidense Koons transmutan en oro todo lo que tocan es lo que se propuso un economista de Harvard.

   Fruto de sus investigaciones sobre el terreno es el libro más esclarecedor sobre los agentes, mecanismos, estrategias y psicología del mercado del arte que se ha escrito en muchos años, un libro cuya lectura uno no puede abandonar hasta el final.

 El libro lleva apropiadamente el título en inglés “The 12 Million $ Million Stuffed Shark” (El tiburón disecado de los 12 millones de dólares) y ha sido publicado este mes por la editorial Aurum.

   Para su autor, Dom Thompson, todo es una cuestión de “branding”, es decir, de “marca”, exactamente como en el mundo de la moda, con el que el mundo del arte tiene últimamente tanto en común.    Los nuevos coleccionistas, gente en muchos casos enriquecida con los bonos de Wall Street o la City londinense, pujan y sobrepujan para adquirir un Hirst, un Warhol, un Koons o cualquier otro artista actualmente en boga como un cazador se lleva a casa para exhibirla la cabeza de un león. EFE. 

Casas de subastas
En el mundo

Hay, según los últimos cálculos, 946 000  millonarios, personas que parecen alimentar de esa forma sus enormes egos, y para quienes gastar diez o cien millones de dólares para satisfacer un capricho es lo que para el resto de los humanos  simple calderilla.

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