El acceso a las nuevas tecnologías ha estimulado, paralelamente, una degeneración en el uso correcto del idioma castellano.
La masificación del computador, el Internet y la comunicación virtual han convertido en simples autómatas a jóvenes y adolescentes de estos tiempos. Historia ya sabida y requetecontada.
Ahora entro en materia. A finales de los años 60 y principios de los 70 se desató entre la juventud dominicana una fiebre por el estudio de mecanografía, contabilidad, taquigrafía y técnicas de archivo.
En sectores estratégicos de Santo Domingo, Santiago y otras ciudades funcionaban colegios para la enseñanza de disciplinas afines al comercio los llamados institutos comerciales adonde acudía una legión de muchachos y muchachas con enormes aspiraciones de entrar rápido al mercado laboral.
La juventud de aquella época procuraba una preparación básica que le permitiera ser útil en alguna oficina o industria.
Así se fue formando una cantidad de técnicos medios en oficios que hoy, con los avances tecnológicos, de nada les sirve.
Tener un Diploma de mecanógrafo equivale hoy a ser menos que un Don nadie, y no lo digo con menosprecio alguno.
Creo, sin embargo, que el adiestramiento en las arcaicas máquinas de escribir, facilitaron a muchos el teclear con destreza las modernas computadoras de hoy.
Aunque la mecanografía sea ahora oficio inútil e improductivo, al menos las lecciones ortográficas, caligráficas y de la lengua española aprendidas, para algo han servido a esos hombres y mujeres en franco proceso de retiro.
Porque, a decir verdad, los genios de la informática contemporánea, expertos en chateo y entusiastas miembros de cuantos portales se disputan la red, son también especialistas en patear el idioma español, la gramática o el arte de la escritura correcta.
Un simple vistazo a los intercambios epistolares en la red nos llevará a la conclusión de que no está lejano el día en que esos muchachos olvidarán escribir hasta sus propios nombres.