Mecedoras y machetes

Mecedoras y machetes

Miré aquella vieja mecedora fabricada con madera de ébano verde; la pajilla del asiento brillaba a causa del barniz protector; en cambio, las piezas de madera tenían un lustre encerado mate. Me llamaron mucho la atención las “orejeras” de la parte superior del respaldo. Si el “usuario” de la mecedora quisiera echar en ella una siesta, podría reclinar la cabeza en cualquiera de ambas “orejeras”. Así las vertebras del cuello no sufrirían ninguna torsión dolorosa. Este mueble, me dije, ha sido diseñado expresamente para haraganear. Al mover los balances nos abanicamos y el aire nos refresca. La curvatura de la columna vertebral debió “trazarla” algún médico fisiatra.

¿De dónde vino este mueble “ergonómico”? ¿Nació aquí, en estas islas tropicales? Parece que vino de otras culturas inclinadas a la molicie y en las Antillas la mecedora encontró “un lugar ideal”. Me han dicho que esta clase de mecedoras fue “inventada” en Viena. No me explicaron si esto ocurrió en el apogeo del imperio austro-húngaro. No estoy convencido de que el emperador Francisco José escuchara a Mozart sentado en una vulgar mecedora. Pero tal vez haya sido un mueble para “habitaciones interiores”, reservado a las mujeres o a las personas de edad avanzada. Es casi seguro que la mecedora no fue creada en el continente americano.

La hamaca, por el contrario, sí es un elemento de la cultura precolombina. Nosotros, los caribeños, somos herederos de la hamaca y de la mecedora, dos “implementos” domésticos imprescindibles en tierras tropicales. La vida regalada en el “archipiélago de las delicias” requiere de estos dos enseres. Además del ron y del sancocho de que habla Franklin Mieses Burgos, necesitamos un merengue “que nunca más se acabe”. Quizás “para que no se extinga la sonrisa del mundo”.

Después de preguntarse: “¿Qué el acordeón y el güiro han sido los peores/ consejeros agrarios de nuestros campesinos?”, el poeta dice: “Que el machete no es solo en nuestras/ duras manos/ un hierro de labranza para cavar la tierra/ pequeña del conuco, sino que muchas veces/ se ha convertido en pluma para escribir la historia”. El machete sirvió contra los franceses, a comienzos del siglo XIX; contra los haitianos más adelante. ¿Será útil otra vez?

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