Medellín, entre la acogida y el recelo

Medellín, entre la acogida y el recelo

La II Conferencia de Medellín debe ser entendida como una “relectura” del Concilio Vaticano II desde la realidad de América Latina o, como llaman algunos, como una “recepción creativa” del mismo y no una simple “aplicación” a la realidad de la región y de la Iglesia latinoamericana. Ciertamente el Concilio aportó u oficializó una metodología, una manera de pensar, pero ésta a su vez propició el descubrimiento de una realidad específica acompañado del esfuerzo de asumirla como desafío pastoral desde la perspectiva de la opción por los pobres como fundamental hilo conductor.
Tal como señala Libanio, “La iniciativa surge por deseo de Pablo VI, que siente la necesidad de despertar y concientizar a la Iglesia de América Latina en los desafíos planteados por el Concilio…Lo que Pablo VI no puede suponer es que estaba empujando a la Iglesia a unos límites insospechados. Pensó una cosa, y el resultado superó la idea inicial con creces, incluso más allá de toda previsión.”(Libanio, J.B., 2004, pp. 96 y 100-115).
Como hemos indicado, Vaticano II inaugura e invita a una nueva relación Iglesia-Sociedad que se expresará, en los países del primer mundo, en el esfuerzo evangelizador realizado desde el respeto a la autonomía de la sociedad, de los Estados y del conocimiento. Y, para el caso de la Iglesia de América Latina, en el reconocimiento de la extendida miseria, la opresión y la dependencia como realidad social apabullantemente predominante en la región como eje y desafío fundamental de su comprensión de la realidad regional. (Cfr. Cabestrero, T., 2007).
En consecuencia, la máxima “animar las estructuras temporales” se convierte en horizonte fundamental que orientará la acción de los cristianos en la sociedad, vinculada con una nueva aproximación teológica recogida en la llamada “teología de los signos de los tiempos” que constituye un llamado de atención y una invitación a tomar en serio lo que sucede en el mundo y en la sociedad como lugar en el cual se hace presente el Reino de Dios. “La teología de la liberación” como pensamiento teológico original y propio de la región latinoamericana se inscribe fundamentalmente en este proceso como un paso novedoso de avance eclesial. En resumen, se trata de asumir, desde la fe, la causa de los pobres intentando que estos se constituyan en sujetos de su propio desarrollo, es decir, en actores conscientes de sus causas históricas liberadoras.
Es en este contexto en el que se hace presente la novedad de una vida religiosa llamada a una inserción en el mundo popular, un Laicado que hace opción política para la construcción de la justicia y una Iglesia acompañante. Es a lo interno de esta dinámica histórica donde debe ubicarse el aporte social y eclesial de la Conferencia de Medellín.
El evento de Medellín fue recibido con entusiasmo por aquellos sectores eclesiales cuya praxis cristiana había estado a la base de los aportes de la Conferencia y, a su vez, por aquellos otros sectores eclesiales que se sintieron interpelados y motivados a insertase en ese nuevo estilo de vida cristiana que les permitió fidelidad a sus intuiciones fundantes y a la nueva sensibilidad que se fue construyendo en el nuevo contexto histórico regional; y tuvo la resistencia de otros sectores eclesiales que lo vieron como camino equivocado, alejado de la tradición y que sólo podía producir confusión y avance de los enemigos de la fe y la Iglesia. A Medellín le han seguido las Conferencias de Puebla, Santo Domingo y Aparecida, y en ellas se han ratificado, con más o menos intensidad, las intuiciones fundantes de aquella fundamental segunda Conferencia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas