Media naranja 

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ÁNGELA PEÑA
Sexo dominicano en HBO

Algunos dominicanos se han escandalizado con el documental sobre la República que se pasa en HBO porque supuestamente presenta al país como mina de la prostitución. Circula una carta por Internet recabando firmas de protesta para enviar al canal. Sin embargo, no todos han reaccionado con estupor. Para muchos, la desaprobación es  muestra de doble moral sabiendo que esa es una dura realidad. Así me lo han expresado amigos a los que reenvié el e-mail del inconforme, con los que me identifico, aunque, es cierto que el país es más que vendedoras de sexo y “sanquipankis”. Una de esas cartas me la envía Patricia Solano, tan juiciosa como contundente.

“Cuando Ramonina Brea e Isis Duarte presentaron la más reciente versión de la Encuesta Demos de Cultura Política, comentaron un rasgo recurrente en la sociedad dominicana: el constante anhelo de una figura paterna, mesiánica y superior que venga en nuestro rescate y nos resuelva problemas. Por eso en cualquier crisis necesitamos comisiones especiales, curas mediadores y fórmulas similares, es decir, siempre esperando que alguien superior, incluso la mismísima providencia, intervenga y arregle las cosas. Esa tendencia se observa en la forma de analizar nuestros problemas, que invariablemente solemos achacar a factores externos. Será por eso que hemos sido incapaces de resolver tantas cosas. Errados en el diagnóstico, es difícil encontrar soluciones idóneas”.

Las reacciones sobre el reciente reportaje de HBO “Sexo Urbano” revela esa renuencia a ocuparnos de la fiebre para mirar la sábana. Fueron las personas entrevistadas quienes trataron de “lucírsela” diciendo que este lugar era el mejor del mundo en prostitución y demás yerbas. Las mujeres decían que les gustaba mucho mostrarse, usar ropas provocativas para que las miraran, en fin, que disfrutaban del asunto. Olvidémonos por un momento de HBO y pensemos si esta no es una sociedad que incita a esos comportamientos. ¿Cuántas veces hemos visto muchachitas de 6 y 7 años bailar espontáneamente dando golpes de barriga con la más increíble pericia? ¿Has visto a las chicas que bailan en los juegos de béisbol? ¿Y las que “animan” los programas de televisión? En este país hay un problema muy serio de falta de oportunidades. Muchas jovencitas pobres sueñan con un hombre que las mantenga –a como dé lugar– como forma única de superación. Aquí las cifras son números fríos que no escandalizan a nadie, pero están ahí diciéndonos que de cada 100 adolescentes, 23 son madres o han estado embarazadas alguna vez. Aquí el incesto es una realidad cotidiana.

Pero basta de hablar de las mujeres, enfoquémonos en los hombres. El acoso sexual es una experiencia a la que casi ninguna, adolescente o adulta, ha podido escapar. Por otro lado, el fenómeno de las megadivas ha servido para que la chismografía descuartice moralmente a muchachas supuestamente mantenidas por unos turpenes casados a los que nadie se le ocurre juzgar por el hecho. Las putas son ellas, ¿ellos? unos machos de hombre.

En HBO se van a reír cuando reciban una carta de protesta por un reportaje dedicado a Santo Domingo como lo han hecho antes a otras ciudades, donde también entrevistaron a prostitutas que quizás no tuvieron la audacia de las nuestras de promoverse como las más fenómenas de la bolita del mundo.

Qué manía de salir a defender “un honor” hipócrita en vez de admitir la realidad monda y lironda: nuestra promiscuidad es vieja y tolerada. Los trujillistas se pasaron décadas viendo barbaridades, sólo se ofendieron cuando Vargas Llosa lo escribió en “La Fiesta del Chivo”, como si no fuera verdad que vendían hijas y hermanas.

Ahora taparemos nuestras miserias con HBO, suspiraremos de alivio… ¡y que siga el entierro!”.

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