Media naranja

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POR Ángela peña
La calle para Trujillo

La propuesta del doctor Euclides Gutiérrez Félix, de nombrar una calle de Santo Domingo con el nombre de Rafael Trujillo, sigue dando lugar a reflexiones, a opiniones en contra o a favor. Unos llaman, otros escriben. Algunos reaccionan alarmados profiriendo encendidos y acusadores epítetos en contra del político y abogado. Muchos celebran y respaldan la sugerencia, considerándola justa, denigrando a otras figuras de comprobada conducta malévola y perversa, pero reconocidas en plazas y avenidas. Los nombres de asesinos, alcahuetes, criminales, ladrones o simplemente de personas sin más mérito que la indolencia y el oportunismo, hombres y mujeres, salen a flote.

La doctora Carmen Liz, reconocida pediatra, envió este comentario:

Los intereses personales y la política a menudo abren espacios para mezquindades y eso no es ninguna novedad. Pero creo que en el caso de esta propuesta hay una prisa innecesaria. La propuesta del abogado tiene sus razones justas hasta un punto. Y la opinión del Sr. Reginaldo Atanay implica delicadas verdades.

Los detalles que las motivan son conocidos para todo buen dominicano, independientemente de su edad.

El Sr. Trujillo fue Presidente de la República en un período delicado para la supervivencia institucional de la nación que hemos heredado. Un Presidente que nos legó lo que hoy disfrutamos no merece ser desrespetado sometiéndolo al ostracismo histórico. El Presidente Trujillo no fue un hombre perfecto. Gobernó con austeridad, y su actuación pública en lo que concierne a los derechos humanos y al respeto por la libertad en todos los sentidos fue, es y será merecedora de muchísimas críticas y los más diversos juicios. Pero no podemos negar que hay algo de ilustre en su compromiso con la patria, que tan duramente encaminó por las sendas del desarrollo.

Por encima de todo fue Presidente de la República y eso lo convierte en un ciudadano cuya memoria merece nuestro respeto. Nos duela en lo personal o en lo grupal. Se mantuvo en el poder hasta que el pueblo quiso y pudo tolerarlo.

Un detalle poderoso mancha esa honra: La mano férrea que necesitó, o se empecinó en utilizar para mantenerse por 30 años en el poder. Solo o en contubernio con las élites dominicanas de siempre. Sus consecuentes cicatrices en el alma y en el cuerpo de muchísimos.

Merecemos darnos un compás de espera. Dejemos al tiempo hacer su trabajo, atenuar esas heridas y cicatrices.

Quien sabe ese día tendremos la oportunidad de que la neblina de esos dolores aclare, dé lugar a una visión más clara del paisaje, y alcancemos a ver en el pasado, suavizando ya los rencores y las heridas: la figura del Presidente, con defectos y virtudes, que fue el Presidente de la República de todos.
Dra. Carmen Liz».

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