Media Naranja

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ÁNGELA PEÑA
Una calle para Trujillo
Las declaraciones del doctor Euclides Gutiérrez Félix proponiendo que se designe una calle de Santo Domingo con el nombre del dictador Rafael Trujillo han provocado reacciones de irritación, por un lado, pero por otro, asombrosamente, encontrado respaldo. El reconocido historiador, abogado, catedrático universitario, alto dirigente del PLD, emitió esa opinión cuando le entrevistaba sobre Eusebio Manzueta, personaje del que es biógrafo y que ha sido reconocido con una vía de la capital.

Sorprendida por las consideraciones, pensando que eran fuera de récord, seguido apagué el grabador le pregunté si publicaba ese juicio y con su característica espectacularidad contestó: “¡Pero claro!”, muy desembarazado y franco, sin temor a futuros ataques, dispuesto a defender sus razonamientos.

Las réplicas no tardaron en producirse. Mientras él recibía llamadas de felicitación otros comentaban con alarma la sugerencia, desempolvando supuestas actuaciones de su pasado. Antes de que el Coctelero expusiera el lunes los “timbales” de Gutiérrez, al que asegura “no se le aprieta el pecho”, una apreciada amiga escribió diciéndome que la lectura le produjo náuseas. En una tertulia dominical  le dieron a Gutiérrez hasta con el cubo del agua. Un ex discípulo suyo, reconocido ejecutivo periodístico, me envió este mensaje: “Euclides es un exagerado. Esa defensa de Trujillo sólo confirma lo que dicen sus críticos, que es un trujillista de corazón. Que muchas calles lleven nombres inmerecidos no es un argumento para justificar que se bautice una calle con el nombre de un asesino comprobado y ladrón que envileció a este país. Si mi querido profesor de la UASD lee este comentario dirá que Fulano es un pobre ignorante que no conoce la historia ni la política. Y yo le diría: Profesor, prefiero ser ignorante y no trujillista, como usted”.

En los comentarios de la edición digital de HOY es todo lo contrario, al igual que en las peñas trujillistas, que están de pláceme con la recomendación del versátil y polémico hombre público, con cuyas consideraciones coincide el distinguido periodista Reginaldo Atanay, quien escribe desde Estados Unidos: “Comparto lo escrito por Euclides en quien admiro siempre su franqueza y sobre todo que no teme decir sus verdades. Cuando voy a Santo Domingo me paseo por todas partes y siempre tengo una que otra exclamación, molesto, cuando paso por muchas calles y avenidas con nombres de extranjeros, como Winston Churchill, Ortega y Gasset, George Washington, Bolívar, John F. Kennedy, y la de un líder turco que atraviesa la Tiradentes antes de la Pastoriza, yendo de sur a norte. Me molesta también los nombres que tienen otras calles de dominicanos a quienes yo conocí y sé que nada hicieron por el país. Concuerdo con Euclides en que algún día habrá que ponerle el nombre de Rafael L. Trujillo a alguna de nuestras calles. A Trujillo hay que verlo en toda su dimensión. No sólo en las negativas. Muchas de las vagabunderías que cometió fue por consejo y conveniencia de colaboradores suyos, quizás más sinvergüenzas que el mismo dictador. Espero que llegue el día –aunque me luce lejano pues en nuestro terruño hay mucha bajeza, hipocresía– en que la gente que brega en el quehacer público sea más honesta, no sólo en el orden económico, político, sino en el orden moral…”.

La que ahora debe ponerse en la onda del tema es la Academia Dominicana de la Historia, de la cual Gutiérrez Félix es miembro. La docta institución ya se pronunció  respecto a los nombres de las calles que honran a personas cuestionables. Pero no las identificó. El doctor Euclides promete hacerlo, llevando nombres de posibles sustitutos. El pueblo espera con ansiedad este debate al que debería invitarse, como contraparte, a un antitrujillista y a un historiador imparcial que examine esa figura siniestra, aterradora y lúgubre para unos pero que para otros sigue siendo el muy querido e ilustre Jefe.

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