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ÁNGELA PEÑA
El ejemplo de Euclides Gutiérrez Félix

En días pasados, casi uno detrás de otro, fallecieron tres personas muy reconocidas y aunque sus decesos se atribuyeron a patologías orgánicas, muchos allegados afirmaron que murieron de tristeza, depresión, angustia, sufrimiento, por acciones de mala conducta de sus hijos que los había avergonzado ante la sociedad motivando sus decepciones y encerramientos. Escribí, a propósito, una columna en la que mostraba desacuerdo con ese proceder, porque cuando un padre o una madre educan a sus hijos para que sean hombres y mujeres de bien, no son responsables, cuando estos crecen, de su cuestionable comportamiento.

Después de ese comentario recibí incontables llamadas recordándome que el doctor Euclides Gutiérrez Félix no se entregó a la muerte por una oveja negra en su prole y que, al contrario, publicó un comunicado desligándose de los actos de su descendiente, declarando que se había visto obligado a mantenerse alejado de su presencia, aunque siempre solidario con él por razones humanas y paternales.

No conocía el documento ni esa determinación tan valerosa y consulté al distinguido historiador sobre la certeza de su actuación. “Así fue. ¿Quieres ver esa publicación? Ven a buscar una copia. Eso se publicó en El Nacional el siete de octubre de 2003, y no me arrepiento”, contestó. Más que críticas negativas, Euclides, según manifestó, recibió cartas de felicitación por ese escrito en el que da todas las señas particulares de ese retoño, “advirtiendo a las instituciones del Estado dominicano, Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, Fuerzas Armadas y Policía Nacional, así como sus departamentos y dependencias, que ningún documento, tarjeta, carta o petición supuestamente” firmados por él (Euclides) y presentadas en su nombre por el muchacho, tenían validez alguna. Lo conserva archivado y certificado.

A cualquiera sorprende semejante decisión procedente precisamente de un padre. Se requiere demasiado coraje para hacer público el proceder reprochable de un hijo del amor. ¿De dónde sacó Euclides fuerzas para hacerlo? “Ninguna persona ligada a mí por los vínculos de la sangre tiene derecho, si tiene una conducta incorrecta, a deshonrar a sus padres, hermanos y otros familiares”, comentó, aunque admitió que airear el caso representó para él un momento muy doloroso.

“Pero estoy educado y formado dentro de una escuela de respeto y de conducta a la sociedad en la cual vivo, y si tuviera que hacerlo otra vez lo haría con el mismo convencimiento de que actué, con la responsabilidad que deben actuar los hombres que hacen vida pública y que al igual que yo han ejercido el magisterio por más de 40 años”, explicó.

No se sabe el efecto que tal aclaración produjo en su vástago. Si lo encauzó o, por el contrario, le volvió más rebelde. Si continuó por la senda de los desaciertos.

Esta experiencia, sin embargo, le ha dado autoridad al reconocido académico y político para aconsejar a los padres que pasan por similar situación. “No pueden echarse a morir, aunque tampoco abandonarlos. Los hijos que cogen ese camino equivocado en esta vida necesitan más de los padres que los buenos, pero eso no quiere decir que los padres se hagan cómplices de la inconducta de sus hijos”.

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