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La muerte de Ramfis Trujillo

Media naranja <BR><STRONG>La muerte de Ramfis Trujillo</STRONG>

ÁNGELA PEÑA
Es raro que siendo los Trujillo tema de tantos mitos, inventos, análisis, curiosidades, leyendas, y teniendo el dominicano una capacidad detectivesca tan arraigada, ninguno se haya dedicado a investigar a profundidad la muerte de Ramfis, cuando en el extranjero se han hecho tantas conjeturas sobre el accidente que le costó la vida en Madrid. Tuve la suerte de hablar con un médico que trabajó en el hospital donde lo llevaron la noche de la tragedia y queriendo agregar más noticias a sus revelaciones busqué en Internet y encontré un dato impresionante: que Balaguer, supuestamente, fue quien lo mandó a matar.

La denuncia está contenida en una entrevista que le hicieron a Aída Trujillo, hija del matrimonio del primogénito de “El Jefe” con Octavia Ricart, que se publicó en Caretas, el 18 de marzo del 2000. Desde luego, la dama, en su respuesta, pone en duda la versión. Ese 17 de diciembre de 1969, dice el trabajo, Ramfis venía de una reunión política “pero no es cierto que Balaguer lo mandara a matar, no. Fue un accidente”, asevera Aída, la ahijada de Francisco Franco que para ese entonces contaba 47 años de edad, había sido bailadora de flamenco y en el momento trabajaba en una ONG asesorando inmigrantes.

Ramfis, afirma el texto, estaba en contacto con gente que quería el poder. Y la hija comenta: “No es que él tratara, es que en realidad el Ejército, que suele ser muy partidario de las dictaduras, en fin, yo sé que tenía un apoyo y es muy posible que hubiera vuelto. Yo creo que se mató en el coche porque en el fondo no quería hacerlo”. Se rumoró que el bello Ramfis andaba esa noche tirando unas canitas al aire con una aristocrática española. La versión oficial que circuló fue que su Ferrari chocó con el Jaguar de la duquesa de Alburquerque, Teresa Beltrán de Lis, bajo una densa niebla que provocó que su vehículo se deslizara y diera varias vueltas. Ella murió en el acto.

Cuenta el amigo que Ramfis fue recogido por la Guardia Civil o la policía de la autopista y llevado al hospital de la Cruz Roja.  Según él, entró caminando, sin fracturas ni lesiones de consideración (la prensa de entonces, sin embargo, declaró que sufrió fracturas en piernas y brazos), “sólo con golpes internos”. Desde el centro de salud, el afamado play boy llamó a sus guardaespaldas, quienes se presentaron de inmediato alardeando de la personalidad de la que se trataba, agrega. Sólo permitieron que le dieran primeros auxilios y prohibieron que lo tocaran en caso de que necesitara cirugía u otro procedimiento.

“Se le mantuvo en observación pero los análisis de sangre demostraron que el hematocrito iba bajando considerablemente, por lo cual se demostró que tenía una hemorragia interna. En ese momento se determinó que había que hacer una cirugía, pero se impidió que los médicos que le atendían hiciesen el acto quirúrgico”, refiere el doctor. Aun en ese estado, Ramfis estaba tan consciente que intentó comunicarse con las lumbreras científicas de ese entonces, unos tales doctores Figuera e Iglesias, entre otros, que eran los galenos de la más alta sociedad madrileña, pero todos estaban fuera por haber sido fin de semana. Esperándolos, afirma el amigo médico, murió de una hemorragia interna.

El relato le fue hecho al especialista dominicano por el internista español que atendió a Ramfis quien, extrañamente, murió el 28, o sea, once días después del accidente. “Lo hubieran podido salvar, estos eran médicos preparados y capacitados para hacer esa cirugía”, asegura el autor de esta narración. A veces, ser demasiado importante tiene sus desventajas. Ramfis, esa figura considerada “predestinada” en el trujillato, declarado en su luminosa adolescencia como “promesa fecunda”, está enterrado en el cementerio de El Pardo. Si no hubiera sido por sus celosos edecanes, todavía estuviera dándose la gran vida, como aún lo hacen los contados que quedan de su muy privilegiada y nunca bien recordada “cofradía”. Sin mucha fuerza física, pero con esplendoroso poder económico.

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