Media naranja
Placer y muerte

Media naranja <BR><STRONG>Placer y muerte</STRONG>

ÁNGELA PEÑA
El uso de productos para lograr o prolongar una erección está causando mucho placer, sobre todo en los varones que han encontrado en ellos el suplemento a su virilidad incompleta por la disfunción. Pero también pudiera ser la causa de un considerable número de muertes, principalmente jóvenes, que han sufrido infartos o derrames cerebrales. No hay reportes médicos que lo certifiquen. Pero sí sospechas familiares.

Desde que estos estimulantes salieron al mercado se aconsejó a los usuarios que antes de consumirlos consultaran a un médico. Esa mercancía se ha popularizado a tal grado que ya existen docenas de marcas en la farmacia, a precios para todas las posibilidades, procedentes de los más variados laboratorios. Algunos cumplen los requisitos en cuanto a advertencias en caso de sobredosis, la forma y edad para usarlos, contraindicaciones, efectos secundarios y otros aspectos que debe tener en cuenta el paciente impotente o el enfermizo doncel que emplea sin necesidad este recurso y lo compra porque en su mente lujuriosa sólo hay cabida para sexo y sólo sexo.

Como la mercancía es tan popular, el cliente morboso va a la farmacia y pide una y en esa tal vez no hay indicación ni literatura, porque se la venden al detalle y sin empaque, como si fuera un chicle. El comprador se dirige feliz a su festín de gozo y contentura y en ese encumbramiento de ensoñación artificial llega al séptimo cielo quedándose eternamente en la gloria.

Algunas de estas pastillas, según entendidos, no pueden ligarse con alcohol, y los hipertensos deben averiguar previamente si son aptos para dárselas. Hay otros padecimientos por los que el uso de este producto está prohibido.

Según comentarios, se está dando el caso cada vez más creciente de que grupos de muchachos y muchachas jóvenes se reúnen como bandada en una hermética cabaña a intercambiar parejas y practicar sexo sin límite de tiempo, a cuatro o cinco caídas, recuperando el ánimo con una nueva dosis de la píldora para reiniciar otra pela de emociones superando en sus éxtasis y elevaciones los variados contenidos del Kamasutra. En esas orgías se combinan el licor, la gragea y el instinto innecesario de bailar el muñeco durante horas interminables. Ahí no hay amor ni el más mínimo interés en dejar satisfecha a la pareja. Al contrario, las mujeres terminan agotadas, listas, débiles, consumidas, desgarradas, porque lo que han recibido es una larga tunda de insoportable dureza. Por eso muchos creen que las compañeras de estos mórbidos jovencitos son trabajadoras sexuales, no sus compañeras ni marinovias, aunque estas llamadas vendedoras de amor no merecen este ultraje disfrazado de pasión irrefrenable.

En las últimas semanas se han recibido comentarios de que cuatro casos de infartos han sido ocasionados por el empleo incorrecto del incitativo producto. Unos, hombres no tan viejos pero infieles y adúlteros que además de su mujer oficial esperan dejar complacidas a sus sucursales y amantes vespertinas y otros, ya abuelos, que se han excedido en el consumo y han llegado tan lejos que están descansando de su clímax en la gloria. Hay dos casos de sospechas en jóvenes de treinta y tantos.

El caso es tema de consulta para cardiólogos, psiquiatras, sociólogos, médicos internistas, religiosos, sexólogos y otros expertos.

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