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¿Quién fue Presidente de la RepÚblica?

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ÁNGELA PEÑA
Las decisiones históricas en el caso de los presidentes, son muy complejas, sobre todo en esta República donde en ciertos momentos del pasado esa posición ha sido cualquierizada, improvisada, impuesta, negociada, resultado de pactos, insurrecciones, golpes de Estado o de situaciones de emergencia en las que se han colocado en tan alta magistratura a topos, analfabetos, arbitrarios, ladrones, tránsfugas, asesinos, mercaderes, títeres, ineptos, corruptos, ambiciosos, sin la más mínima preparación para regir el destino de una nación y dotados de la mayor mala fe para aprovecharse de tan elevado estatus.

Aun en el caso de gobernantes supuestamente electos por el voto, muchos se han colocado la apetecida banda después de colosales fraudes y magistrales marrullas. Parece difícil definir, luego de concluidas sus funciones, si realmente se les debe dar tratamiento de ex presidentes a una camada de ciudadanos cuyas ejecutorias, más que honrarlos y dignificar la Patria, avergüenzan.

Hace poco se decidió instalar en el Palacio Nacional una galería de mandatarios y los historiadores que tuvieron la responsabilidad de seleccionarlos se vieron en serios aprietos. Inicialmente se sacó del tributo a los entreguistas, saqueadores del patrimonio nacional, represores, tiranos, cortesanos y padrinos de la corruptela, a los llamados de facto y provisionales, a los que no ascendieron por elecciones ni por decisión de las mayorías. Como es de suponer, la relación quedó sustancialmente reducida. Descendientes de muchos llamados «ex presidentes» protestaron tan enérgicamente como lo hicieron «ex presidentes» sobrevivientes. El disgusto llegó a los medios de comunicación y entonces se planteó el dilema: ¿Debe considerarse como Presidente a todo el que se ha sentado en la codiciada silla de alfileres independientemente de las circunstancias en que ascendieron a tan alto cargo y sin tomar en cuenta sus gestiones de desaciertos, crímenes, abusos, indolencia, traición a la Patria, complicidad con criminales y espías, contubernio con invasores e intrusos, saqueadores de los bienes públicos, malversadores del erario? Hubo quienes opinaron que todos, sin excepción, encajan en el renglón. Otros que sólo los escogidos por el pueblo en elecciones constitucionales. Algunos, que nada más los que observaron cierto grado de pureza y transparencia en el ejercicio. El asunto debería ser tema de análisis entre políticos, politólogos, historiadores y otros estudiosos. Este es probablemente el único país del planeta que más presidentes ha tenido. En infinidad de casas hay una foto de un antepasado con la «ñoña» terciada que es el orgullo de la familia. Mientras viven, aunque hayan sido destituidos y aborrecidos por sus censurables pasadas actuaciones reciben sueldos, privilegios y tratamiento de tales aunque simbolicen lo más negativo que ha podido ocurrirle a esta Patria desventurada tan prolífica en aspirantes a ese puesto. Al morir los entierran con todos los honores de rigor aunque como «Presidentes» hayan sido los más sobresalientes villanos de la historia. Distinguir entre quienes merecen ese trato es tarea pendiente. Aquella vez la polémica se resolvió exaltando a casi todos, con pocas excepciones. Pero siempre quedó la interrogante. Si a Héctor Trujillo, que falleció recientemente en La Florida, le sorprende la muerte en Santo Domingo, tal vez se le hubiera negado el homenaje de despedirlo con toques de corneta, que le correspondían si se parte del criterio de los que consideran que los verdaderos Presidentes han sido aquellos que han subido por medio de elecciones. Las suyas fueron amañadas, exigidas por Trujillo. Pero gomígrafo y títere fue Presidente «interino» una vez y «constitucional» en dos períodos. ¿Merecía ser despedido de este mundo como un ex presidente? Es tiempo de determinar seriamente, con profundidad, a quiénes realmente considerar ex presidentes y a cuáles sacar definitivamente de ese descomunal repertorio.

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