Media naranja
Agresiones inventadas

<STRONG>Media naranja<BR></STRONG>Agresiones inventadas

ÁNGELA PEÑA
Un considerable número de abogados, abogadas, maridos, ex esposos y concubinos consideran que la Unidad de Atención y Prevención de la Violencia y el departamento de Violencia de Género, que trabajan para la Fiscalía, están siendo sorprendidos en su buena fe por mujeres que no han sido tocadas ni con el pétalo de una rosa y están acusando de maltratos a sus actuales o pasadas parejas, movidas por el despecho, la venganza, los celos, la ambición de sacar provecho material o, simplemente, molestar de alguna manera al varón que la amó con delirio en época feliz.

 Algunos han sido contrariados con una orden de arresto un viernes, para que el papeleo los obligue a tres días y dos noches en La Preventiva. A otros les colocan impedimento de salida, les prohíben acercarse a la casa de la señora, distancia que ellas provocan para que sufran no poder ver a los niños, o les exigen indemnizaciones millonarias por daños que no existieron. Las especiales damas han llegado a estos departamentos “frescas como una lechuga”, sin un mínimo arañazo, y al pedirles que muestren la agresión replican que el maltrato fue emocional o psicológico, poniendo en situación difícil a los encargados de establecer la verdad, para que el acusado pierda más tiempo inactivo, mientras se averigua el caso.  En República Dominicana la violencia contra la mujer es alarmante. Estas instituciones vinieron a representar el más valioso, apreciado, eficiente y necesario apoyo contra el abuso de tantos machos agresivos. Es una realidad que después de creados se han reducido las muertes femeninas pasionales causadas por estos fanfarrones desalmados. Las mujeres se sienten más protegidas, siempre y cuando se animen a la denuncia y la acción de los encargados sea rápida. Porque muchas mártires del enojo y la incomprensión de sus consortes se han quejado a veces de  lentitud o indiferencia para actuar contra sus verdugos.  Pero parece que en algunos casos hay un desequilibrio en perjuicio de hombres inocentes o existe, como dice una reconocida abogada, “un feminismo excesivo” por parte de los responsables de aplicar sanciones.

 “Es que esos diablos son malos”, expresó una colega, al escuchar a la jurista exponer la inculpabilidad de su cliente y la arbitrariedad del tribunal que lo mandó tras las rejas sin investigar a profundidad el hecho.

 Las mujeres dominicanas necesitaban ese aliento de la Fiscalía. Las unidades son insuficientes para tanto salvajismo contra el sexo débil. Ojalá en cada barrio, aunque sea de ricos, exista una sección de prevención contra la violencia porque los excesos y atropellos masculinos no tienen clase social.

En las mejores familias se han dado casos de bravucones celosos, aburridos, despreciados, que han cortado la vida de la mujer que más amaron.

Pero algunas hábiles arpías desesperadas por el desamor, impulsadas por el rencor, piensan que estos departamentos se los puso Dios para desahogar su dolor y con el mayor desparpajo confiesan que han inculpado a sus pasados desvelos de cariño para que los tranquen, les den un susto o sencillamente, para fuñirlos.

Hay que profundizar en las indagaciones, al menos cuando no hay evidencia de la arbitrariedad.  Muchas veces las verdaderas víctimas no se querellan y, para no morir exterminadas por la furia de sus lobos feroces, prefieren divorciarse, si el insolente se lo permite.

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