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ÁNGELA PEÑA
Necesariamente tienen que sufrir trastornos mentales graves y vivir de los honorarios que cobran por divulgar infamias.

 Son mentes perversas que están contra el género humano. Han creado una base de datos de mentiras y un listado de personas sobresalientes y honorables a las que deben envidiar a terror y se sientan a escribir sobre sus vidas unos infundios espantosos.

 Deben estar cetrinos, descoloridos, pálidos, porque no ven la luz del sol sentados en la clandestinidad que les impone su temor a enfrentarse a la claridad o a encontrarse con un arriesgado que se rebaje cobrándoles con una buena golpiza su virulencia verbal, sus ataques y calumnias divulgadas, lamentablemente, por medios a los que tienen acceso gracias al dinero que reciben de sus patrocinadores tan maledicientes y cobardes como ellos, que tienen como patrimonio sus panfletos rebosantes de falsedades, espacios en la radio que llenan con casetes grabados en cuartos tenebrosos porque saben que si van en vivo, los esperan a la salida. Ahora inundan el Internet con sus ficciones hilarantes.

 Son parásitos a los que nunca se les conoció empleo, aunque tienen propiedades espléndidas adquiridas en épocas en las que se hicieron pasar por revolucionarios siendo fieles servidores y confidentes de los opresores a los que supuestamente combatían disfrazados con el uniforme y el discurso de una izquierda inexistente.

 Lo que ayer fue trabajo remunerado por personeros de sus negociaciones por lo bajo, hoy dizque es historia sacada de sus archivos de espías fantasiosos.

 ¿Quiénes son hoy sus auspiciadores? Dinero tienen porque los impresos, los programas, requieren pago. Y habiendo sido en el pasado tan diestros negociantes sobre la base del camuflaje y el engaño no van a cubrir los costos de sus imaginaciones  pérfidas con los bienes que acumularon. Alguien les paga para reírse de sus burdas maquinaciones, asombrarse de su capacidad inventiva o dañar reputaciones que codician y nunca alcanzarán pues ya ganaron, además de mucha plata, merecida fama como desacreditadores, denigrantes, impostores, chismosos, canallas, bandidos, degenerados, libertinos y por sobre todo, gallinas.

 Quienes saben de su existencia retorcida, oculta, y de su pasado putrefacto, depravado y corrupto, los ignoran. Pero hay quienes desconocen su ayer desfachatado y pudieran suponer que es cierto todo el estiércol que destilan sus plumas distorsionadas.

 Es una pena que suponiéndolos desequilibrados, desesperados, enajenados mentales, perturbados, maniáticos, esquizofrénicos, atolondrados, inconscientes, paranoicos, insignificantes, ninguno de sus contemporáneos se anime a desenmascararlos.

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