Media naranja
Celebración del vino oscuro

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ÁNGELA PEÑA
Manuel Mora Serrano es símbolo de una excepcional generación de escritores insuperables. Cuando se le trata, difícil es distinguir cuál de sus facetas es superior, si la del grandioso ser humano afable, sociable, amigo de todos a pesar de las polémicas libradas y los ataques que ha recibido de esta intelectualidad folklórica en la que la envidia por los éxitos ajenos lleva a sus integrantes más mediocres, aunque laureados, al ataque personal despiadado, o si la del literato de estilo original, puro, cautivante, supremo.

 Ejercitado en tertulias y peñas desde su infancia, habitante de múltiples provincias, compañero de poetas, ensayistas, bohemios, novelistas, periodistas, cronistas del pasado de todas las edades y generaciones, es el depositario lúcido de millones de historias, publicadas o inéditas, de esta sociedad madre de villanos, farsantes, semidioses, bandidos, héroes, leales, decorosos, honestos, educados,  púdicos o dignos pensadores.

 “Manolito”, como le llaman  contemporáneos de letras y de farra, agregó otra obra a su copiosa bibliografía que, paradójicamente, es su primer libro de poesía a pesar de tantos años haciendo versos y reconociéndosele poeta.

 El brillante intelectual escribió en la introducción su vida, en una prosa apasionante, clara, sencilla, perfecta, que da cuenta de su nacimiento en “una aldea comercial con ínfulas burguesas”, Pimentel, que recuerda el paso del ferrocarril, el fluir de las aguas de los ríos Yuna y Cuaba, la cuna y huésped de sobresalientes personalidades del más elevado nivel cultural.

 Esta presentación, definida como “Experiencia poética personal” es una cátedra de escritura insuperable. Son sus memorias impresionantes, su existencia trashumante por los pueblos, sus estudios, amigos, enamoramientos, novias e incursiones en diferentes artes de la escritura y la palabra hasta alcanzar el dominio absoluto de la literatura en su diversidad de géneros.

 Esta es la autobiografía con la que no sólo se conoce su discurrir activo, variado, transparente, sino que es confirmación del dicho repetido de que a escribir se aprende leyendo o imitando a los buenos, claro que nunca se logrará la excelencia de tan bellas páginas, magistralmente hilvanadas.

 Este es el Mora Serrano amante del amor, la pasión, los paisajes, que sorprende con un vocabulario rico en el que  no encuentran faltas de ningún tipo. Después, viene la poesía. La introducción está redactada como para que nadie tenga que equivocarse con su historia. Él mismo acaba de contarla.

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