Media naranja 
Con perdón de los antitrujillistas

Media naranja <BR><STRONG>Con perdón de los antitrujillistas</STRONG>

ÁNGELA PEÑA
Sería injusto no comprender que todavía haya dolor en las viudas, los hijos, hermanos y amigos de tantos muertos de la tiranía trujillista, como fuera una insensibilidad el no inclinarse reverentes y conmovidos ante tantos sobrevivientes de las torturas, persecuciones, ergástulas, calumnias y arbitrariedades de ese régimen de oprobio. No sólo las víctimas se indignan cuando escuchan los merengues y otros cantos laudatorios al sátrapa puestos para bailarlos o remontarse a esos tiempos que para el cúmulo de trujillistas que nos circundan fueron de esplendor y gloria. Hasta los que no vivieron esos 31 años de terror se exasperan, con razón, escuchando tanta coba insensata, tan exagerado servilismo.

Muchos de los temas de la “Era” ignominiosa se venden con libertad en las tiendas de discos y los compran jóvenes y viejos, por curiosidad o añoranza. Dos aspectos son indiscutiblemente positivos: al margen de la adulonería contenida en las letras, la música es superior, prácticamente insuperable. La letra, por otro lado, refleja una realidad histórica, lamentable en muchos casos, pero historia al fin. Cuando los ánimos impetuosos de los antitrujillistas comenzaron a desvanecerse, esos discos se grabaron sin las voces, sólo instrumentales, tratando de evitar ofensas y remover heridas, y se agotaron tan pronto salieron al mercado porque indudablemente esa música es contagiosa e imponderable.

Hoy, viendo esos cinco tomos que conforman la “Antología de la Era de Trujillo, 1930-1960”, algunos piensan, con perdón de los antitrujillistas, que muchos de esos merengues, mangulinas, danzas, danzones, pasodobles, carabinés, boleros y baladas deberían regrabarse con otra letra.

Es verdad que todos son un desfile de lisonjas a Trujillo, su “ilustre” descendencia y sus “eximios” ancestros, pero los autores de la melodía son los compositores dominicanos de más alto valor en ese arte. Eran los que de verdad sabían de música en este país y casi todos murieron. Fueron los verdaderos pilares musicales dominicanos que, lamentablemente, si no le cantaban al “Jefe” no vivían, aunque algunos se excedieron en sus lambonismos.

Esos cinco tomos son valiosos por esa condición pero también, como las voluminosas colecciones que se publicaron entonces, tienen una inmensa significación histórica: reflejan 30 años del acontecer  nacional, pero expresados por medio de canciones. Cada pieza conforma la cronología de la Era de Trujillo, tal como se titulan, precisamente, dos tomos de veinticinco que se publicaron en 1955, y que fueron obra (los dos) del más prolífico historiador de la República: don Emilio Rodríguez Demorizi. Ahí trabajó también la crema y nata de la intelectualidad nacional y gracias al sentido que tenía de la historia y a la previsión de don Vetilio Alfau Durán, otro de los grandes maestros del pasado nacional, muchos juegos de esa colección pudieron salvarse. Hoy son necesarias obras de consulta.

Tal era el fervor antitrujillista a pocos días del tiranicidio, que pocos se atrevían a exhibir una foto, un disco, placa o libro sobre el Generalísimo por temor al furor de las turbas enardecidas que perseguían con saña a colaboradores del ajusticiado, derribaban bustos, invadían locales, quemaban archivos. Estos álbumes musicales se salvaron de la hoguera y aunque fueron tirados a la basura nuevamente, fueron rescatados. Pocos los conocían. No están en ninguna biblioteca ni archivo públicos o privados.

Con perdón de los antitrujillistas, es una joya, musical e históricamente hablando, aunque la gran parte del texto de esos trescientos merengues y más de doscientos temas de otros ritmos, justamente merecían el zafacón como destino, con el respeto que merecen los devotos y apasionados trujillistas, que no son pocos.

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