Media naranja
Dádivas bochornosas

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ANGELA PEÑA
Para fastidiar a los antitrujillistas, dicen los trujillistas aún que muchos opositores al régimen se convirtieron en tales cuando el llamado “Jefe” pronunció la frase: “Mis mejores amigos son los hombres de trabajo”. Fuese  demagogia o táctica para obligar al dominicano a bajar el lomo, tan en serio se tomaron los criollos la expresión que durante la mal llamada “Gloriosa Era”   apresaban a los vagos. Quizá no existía abundancia de empleos, pero parece que había que ocupar el tiempo aunque fuese sembrando yuca y ajíes en una esquina del patio o vendiendo plátanos en una carretilla.

 Hoy los políticos están estimulando a sus compatriotas a no dar un golpe, a vivir del cuento, a no esforzarse por el estudio, aprender un oficio, aspirar a una profesión o por lo menos «chiripear».  Los tienen pidiendo y  corriendo tras ellos en busca de una papeleta, lo que debería avergonzar no sólo al que reparte, sino a los que salen a “plagosear”   las dádivas.

 El espectáculo de Amable Aristy como pantomima del Rey Midas sacando del bolsillo interminables billetes que le arrebatan hasta  niños, es tan vergonzoso como los mil pesos que se otorga a los que se comprometen a colocar una calcomanía de propaganda peledeísta en sus vehículos.

La fila de este negocio es interminable y muchos buscadores son jóvenes robustos.

 El país aparenta estar más atrasado a pesar de las floridas retóricas y los discursos laudatorios a los avances tecnológicos. Son poco creativos o perezosos que no ponen a funcionar el cerebro para encontrar fórmulas de promoción más originales. Los viejos vicios no han sido superados y estos desfasados candidatos demuestran un interés incomprensible por mantener al pueblo al día en la ignorancia y en la vagancia.

 Dar dinero en época de  elecciones es una práctica arcaica ya condenada por antiguos aspirantes. Juan Bosch, precisamente, puso de moda el muy celebrado eslogan de “vergüenza contra dinero” , oponiéndose al alegre papeletazo de los cívicos.

 Vergüenza ajena sufren los pocos dominicanos que aún conservan un poco de dignidad cuando observan acción tan denigrante.

 Total, quienes se benefician del agasajo son los menos necesitados, una tradicional categoría de haraganes habituados a vivir de la “benevolencia” y el “desinterés” de los políticos. Con tantas instituciones sociales languideciendo porque el Gobierno les reduce el presupuesto y con las carencias en hospitales, escuelas, barrios y organismos oficiales que a diario denuncia la prensa, estos “dones”  bochornosos lloran ante la presencia…

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