Media naranja
El libro que no se vendió

<STRONG>Media naranja<BR></STRONG>El libro que no se vendió

ANGELA PEÑA
En España es un éxito de librería, con  tres ediciones. En 1989, la Fundación Cultural Dominicana lo publicó traducido del catalán al español pero no se puso a la venta. Vi decenas de ejemplares amontonados: “Los tres salen por el Ozama”, con una impresionante foto de la Torre del Homenaje, el puerto, palmas, arbustos y un brazo de río.

Es sobre la República Dominicana, lo escribió un inmigrante republicano, Vinceç Riera Llorca, pero es para regalarlo. ¿Por qué? Habla mal del país, creo que me respondieron. Lo leí en una noche con la curiosidad que despierta lo prohibido.  Apasionadamente. Porque además de muy bien escrito tiene suspenso. Los nombres de lugares resultan atractivos para cualquier nativo aunque muchos  ya sólo sean referencias del pasado.

 Lamento disentir de quienes sometieron la obra a la censura. Esa era la realidad cuando “Ciudad Trujillo” se llenó de refugiados. “Los tres salen por el Ozama” es una revelación, un relato desgarrador que demuestra que a todos los españoles no les fue tan bien, pese a que la mayoría eran intelectuales y artistas. Sufrieron desprecios, humillación, enfermedad, cárcel, desnudez, maltratos, desempleo, hambre. Muchos murieron.

 Riera Llorca es sincero describiendo la conducta de sus paisanos, unos buenos y otros aprovechados y oportunistas. Tal vez en lo que se equivoca es en llamar a unos indígenas, en referirse casi a la generalidad como negros y probablemente esa ha sido la razón principal de la restricción.

 Bernardo Vega, presidente de la Fundación, me contó que habló con el autor. Fue un redactor de periódicos y secretario del gremio periodístico de Barcelona que en el país frecuentaba el desaparecido “Café Hollywood” donde servía como traductor a los mozos españoles que servían a los europeos multilingües. Tiene publicadas otras nueve novelas y es el más conocido de los escritores catalanes.

 Estos exiliados se mezclaron con los humildes aunque uno que otro buscó trepar a las clases altas. Por eso vivieron sumidos en la miseria y en la desesperación por buscar mejores horizontes, como ocurre con los dominicanos de esos estratos no en 1942, sino hoy, en pleno siglo XXI.

 A mí me fascinó. Y lo considero un valioso documento para conocer la vida social, política, geográfica, urbanística, religiosa, económica, cultural, de ese ayer asfixiante. Lamento que Bernardo perdiera esa inversión. Vargas Llosa no recogió “La fiesta del chivo” a pesar de que le cayeron encima ofendidos moralistas, defensores de la hispanidad e incondicionales trujillistas.

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