Media naranja
El Men no es el único

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POR ÁNGELA PEÑA
 El Men es tan inmenso en su dignidad que no le gusta que lo pongan como ejemplo de soledad y olvido, siendo una reserva de moralidad, entrega, sacrificio, en esta sociedad indiferente que lo ve envejecer en la pobreza y la marginalidad por las que ha combatido para cosechar las espinas hirientes de la insensibilidad casi colectiva.

 Quiere que los jóvenes continúen su lucha y no que se miren en su espejo de abandono. Porque El Men siente que los enemigos de ayer son prácticamente los mismos de estos tiempos, a pesar de que no niega las pocas conquistas alcanzadas en el largo camino de su batallar caracterizado por la arbitrariedad y la injusticia. Agradece la escasa solidaridad y las visitas, aunque algunos de sus huéspedes en la vivienda estrecha hayan sido los explotadores e inicuos que enfrentó en el pasado. Amagaron con una pensión anunciada que nunca llegó. Le ofrecieron villas y castillas y él desea que ya detengan la campaña por su bienestar. Siente que nada le ha faltado dentro de sus limitaciones. Viajó feliz a Cuba y su alforja, en vez de vacía, fue repleta para sus hermanos de aquella nación que ha sido más generosa con él que su propia Patria. Con este gesto de desprendimiento, con esa petición al cese de los comentarios exponiendo su situación precaria, El Men se  engrandece como símbolo inquebrantable del decoro. Pero como Jorge Puello Soriano (El Men) hay otros héroes pasando por la misma condición, tal vez peores, porque el roble resistente no se ha rendido a la enfermedad, ni siquiera a la casi ceguera y prosigue trotamundos por el muelle, los gremios y las fábricas distribuyendo incansable sus consignas. Son más los hombres y las mujeres sumidos en la tristeza, postrados por la invalidez, sordos o ciegos, soñando al menos con una visita que los reanime escuchando siquiera la historia de su sobrevivencia tras valientes hazañas contra la dictadura, en la guerra de abril, en las expediciones de junio de 1959, en los alzamientos de Manolo Tavárez Justo, frente a la barbarie balaguerista o desafiando la ancestral corrupción que ven con dolor cómo se impone, invencible, cada vez más arraigada en esta República que soñaron más pura.

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