Media naranja
Hay que apoyar y proteger a Roberto

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Por ANGELA PEÑA 
Si la administración pública, y hasta algunas empresas privadas, contaran con funcionarios y ejecutivos como Roberto Cassá, esta sociedad no estuviera tan podrida, la corrupción fuera mínima. El vicio, la perversión, el soborno, se hubiesen erradicado de los lugares de trabajo.

Aquí muchos jefes otorgan puestos en atención a los cuerpos bien formados y las caras graciosas de las empleadas, aunque sean analfabetas. De acuerdo a su rendimiento sexual, amatorio, las van promoviendo sin tomar en cuenta su ineptitud y el atraso que representa para las instituciones.

Cantidad de ministros, por otro lado, son cómplices y beneficiarios de la asignación de trabajos para recibir jugosas comisiones en desmedro del presupuesto que por el costo y la calidad gane unos concursos fantasmas que sólo existen en la tinta del periódico, para llenar requisitos. El seleccionado es el que ofrece la suma que más llene el bolsillo del incumbente y sus copartícipes de codicia.

En ciertos despachos se descubren parejas en franco toma y daca de caricias o apurando una descarga fogosa de pasión sin que nadie se asombre, los sancione o cancele. Eso es parte de la labor cotidiana que todos comparten sin inmutarse. Son motelitos con computadoras y para permanecer en el cargo sólo hay que dar una mínima porción del bizcocho a los superiores. Un salón de conferencias puede fácilmente ser habilitado para orgías, darse un viaje de alcohol o una dosis de yerba, y muchos cabezas de las carteras lo saben y se hacen los desentendidos porque ellos de vez en cuando participan del banquete.

Los nombramientos por amiguismo y política son ya una tradición, aunque los premiados no sepan ni firmar.

Eso es lo que hay en muchas oficinas públicas y en algunas privadas sin que los titulares, por su propia conveniencia, denuncien, investiguen, informen. Roberto chocó con casos parecidos que se daban en el Archivo General de la Nación y de inmediato tomó medidas oportunas a pesar de que el asombro inicial le impedía cualquier reacción. Otro hubiera dejado pasar la anormal situación como cosa de rutina. Porque la indiferencia y el descaro parecen haberse adueñado de casi todos los dominicanos.

Investigar hasta las últimas consecuencias para dar con los responsables de estos desmanes le mereció amenazas de muerte, irrespeto verbal, intentos de desarmonía y hasta la intención perversa de tumbarlo. Porque, según se comenta, todo era parte de un plan orquestado desde otro estamento por alguien que aspira su cargo.

Esa reserva de moralidad, valor, trabajo, entrega, que es Cassá, debe ser defendida y protegida. Cuando aceptó la difícil misión de revivir ese muerto, el distinguido historiador jamás pensó que por hacer un trabajo excepcional en el que ha dejado salud y lozanía, sería blanco de tanta envidia e inmerecida intriga. Él quizá no sabía en lo que se metía cuando aceptó, tras muchos ruegos, una función pública.

En el país muchos no esperan la oferta, la buscan porque la meta de casi todos es hacerse millonarios aunque para ello tengan que curtirse en la indolencia, hacer causa común con saqueadores del erario, proxenetas, chicas beeper, chulos, alcohólicos, tecatos, chanchulleros, degenerados, analfabetos, ineptos, ignorantes. Roberto Cassá dio un ejemplo que deberían imitar gerentes particulares y casi todos los soberbios ministros del Estado. Esta especie rara de desinterés, probidad, valor, firmeza, responsabilidad, trabajo, que es Roberto, no debe abandonarse a las malvadas intenciones de aquellos que lo persiguen. Además de imitarlo, es justo que los pocos puros que quedan en esta sociedad gangrenada le ofrezcan apoyo. Proteger su integridad física es un deber de otras instancias.

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