Media naranja
Malditos celos

<p><strong>Media naranja<br/></strong>Malditos celos</p>

ANGELA PEÑA
Los celos son funestos, aciagos, horrorosos, terribles. El punto negro del amor. La faceta negativa de querer. La más seria amenaza del enamoramiento. Es el cáncer que destruye familias, desequilibra emocionalmente a las parejas, convierte en esqueletos andantes, sin sentido ni brújula, a hombres y mujeres. Esposa, novia o amante  desconfiada es  bomba de tiempo al igual que es un peligro potencial el varón sospechoso de un engaño.

Los detalles de la aventura pasional de Lisa Marie Nowak, la astronauta estadounidense ex tripulante del trasbordador Discovery, de quien la policía cree que intentaba asesinar a Colleen Shipman porque la suponía involucrada sentimentalmente con el piloto de la nave, William Oefelein, dejan invadidos de incógnitas a los que conocieron la valiente historia que precedió ese arrebato que hoy la hace más renombrada que por su primera memorable hazaña. Hasta se va a llevar al cine la deplorable crónica de su arranque, y cientos de morbosos cibernautas subastan autógrafos y fotos que antes veían indiferentes, con menos admiración por la mujer que viajó al espacio, ahora más noticia por sus ímpetus de rivalidad.

El piloto y la que sería víctima apenas se mencionan. Ella es el impacto. La tripulante enamorada que quiso desbaratar el presunto triángulo amoroso del comandante que supuestamente dividía su cariño con ella y con la Shipman. Ayer luminosa en su traje espacial, su valentía, su estupenda confesión demostrando al mundo que están vencidas las barreras de los sexos, era ejemplo de mujer aguerrida y valiente. Hoy, cabizbaja, engrillada, envuelta en la vergüenza del uniforme de presidiaria, luce arrepentida de la segunda empresa para la que demostró el mismo valor que cuando abordó la cápsula, sólo que esta vez el objetivo era ajustar cuentas de un capricho amoroso.

Viajó mil 500 kilómetros durante 12 horas, con pañal desechable para que el deseo de orinar no la detuviera en su irrefrenable carrera de locura. No reparó en sus hijos. Cargaba una peluca, municiones, cuchillo, pico, martillo, guantes de goma, fundas plásticas, dispositivo para lanzar gas o pimienta, un rifle o una pistola, según los investigadores. La mujer perdió el juicio. Los celos la cegaron y hoy, acusada de intento de secuestro, homicidio, destrucción de pruebas, llevando una pulsera que la ubica hasta en el baño, enfrentada a posible cadena perpetua, confiesa que sólo quería asustar a su presunta contrincante, hablarle «sobre nuestra relación con Bill».

El escándalo es mayúsculo. Miles de mujeres en el mundo actúan movidas por el impulso de defender su amor, aunque lo de Lisa Marie parece haber sido sólo una sospecha y pese a que la ternura que debía luchar era la de sus hijos y la de Richard Nowak, el controlador aéreo de la NASA, del que se dice estaba separándose. La escena ha trascendido por tratarse de ella, una celebridad.

Amor en el espacio, Locura de amor, Amor de altos vuelos, Celos lunáticos, Triángulo amoroso, Un espacial lío de faldas, son algunos de los títulos que convierten en broma esa tragedia personal, ese bochorno. Hasta se plantea el estudio de la abstinencia sexual en el espacio.

Todos los homenajes a la Nowak han sido suspendidos. La veneración se ha transformado en condena. La opinión general es científica: hay que investigar la psicología de los astronautas antes de contratarlos, se sugiere. Nadie cuestiona la certeza o falsedad del amor compartido del piloto, de seguro reconocido por su doble heroicidad, si es verdad su descubierto rendimiento. Oficialmente lo han defendido, alegando que él y Nowak  nunca coincidieran en una misión. ¿Todo sería entonces terrenal, platónico, ruidoso pugilato por una fantasía, desquiciamiento mental? Aún es muy temprano para tener respuesta.

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