Media naranja 
Ni cobardes ni traidores

Media naranja <BR><STRONG>Ni cobardes ni traidores</STRONG>

ÁNGELA PEÑA
Tiberio Castellanos, voluntariamente exiliado en Miami, no se pierde casi nada de lo que se publica en la prensa dominicana. A propósito del trabajo sobre el galardonado libro Duarte en la Proa de la Historia, del distinguido historiador y médico Santiago Castro Ventura, envió el siguiente comentario, “sólo para que te enteres de algunos de mis conceptos sobre nuestra Historia Patria”:

“Oh, Ángela, cuando acabaremos de tener un texto de historia dominicana que pueda ser aceptado por todos.

En la Biblioteca Nacional, yo viví los días del duartismo de Don Pedro Troncoso Sánchez, de mi médico Víctor Manuel Soñé Uribe y de otros. Conocí el sanchismo de José Aníbal Sánchez (el padre de Enriquillo, de tan bella prosa y que se nos murió tan joven) y el santanismo de Manolín Goico Castro. Y es curioso, a ninguno de ellos le oí hablar nunca de cobardías, ni de cosas por el estilo.

Yo creo que este nuevo Premio Nacional de Historia, juzga muy a la ligera la retirada de Azua. Aquí conozco las grandes dificultades que confrontan las autoridades, cuando se ven precisadas a desalojar una zona por el peligro de un anunciado ciclón. Y los grandes recursos que tienen que emplear para lograrlo.

Sacar de Azua, en una noche, toda una tropa (entiendo que con algunos heridos) y gran parte de la población de la ciudad, en 1844, me parece que fue una gran operación militar que debía merecer más elogios que críticas. Efectivamente, como lo dice Don Pedro Troncoso en su libro sobre Duarte, en la ciudad de Santo Domingo causó furor la noticia del triunfo del 19 de marzo y luego la noticia de la retirada a Baní, causó toda clase de críticas. (Parece que los dominicanos seguimos siendo hoy los mismos de 1844).

Sucede que por sorpresa y con mucho coraje, el pequeño ejército dominicano que había llegado a Azua al mando de Santana, derrotó a los haitianos el 19 de marzo. Pero el ejército haitiano era muy superior en número y armamento a los dominicanos y Santana lo sabía. Por eso, no esperó el contraataque y ordenó esta retirada estratégica. Los esperaba en Baní. Y los hubiera derrotado si llegan (conocía Santana las dificultades para un invasor que, entonces, significaban El Número y otros parajes donde las avanzadas de las tropas de Santana, en más de una ocasión, molieron a los haitianos). No llegaron esta vez. Pero, cuando más tarde llegaron, los venció, muy convincentemente, en  Las Carreras.

Yo, particularmente, y recordando aquellas palabras que se atribuyen a Lilís: “No me meneen los altares que se me caen los santos”, digo que Duarte es el Padre de la Patria, Santana, el Libertador. Y Sánchez, Mella, Puello, Duvergé y otros de la Independencia y Luperón de la Restauración, son todos merecedores del respeto y la gloria que los pueblos rinden a sus héroes. Todos cometieron errores, Duarte, el golpe del 9 de junio. Santana, la Anexión. Y así por el estilo. Lo destacable en ellos no son sus errores sino sus sacrificios. ¿Quién si no Duarte despertó el patriotismo de la juventud dominicana, enseñándoles con el ejemplo, lealtad, pureza y sacrificio?

¿Quién si no Santana venció, una y otra vez, a los invasores haitianos?

Sánchez, Mella, Puello, Duvergé, Luperón y muchos otros cuyos nombres aparecen en algunos textos, y en otros no, también ganaron con sus sacrificios un lugar en el panteón de nuestros héroes”.

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