Media naranja 
¡No soy comunista!

Media naranja <BR><STRONG>¡No soy comunista!</STRONG>

ÁNGELA PEÑA
Los líderes y afiliados eran definidos con los calificativos más despectivos: “Son lobos disfrazados de ovejas”, “Charlatanes herederos de Lenín”, “Majaderos mozalbetes enfatuados”, “Pedazos de alcornoques, manada de charlatanes sin sentido moral en la sesera”, “Pandilla de desocupados que no se ocupan más que de fomentar el odio entre la familia dominicana”, “partida de vagos que han escogido los oscuros y retorcidos caminos del bolcheviquismo…”.

El dictador Trujillo, en una simulada apertura democrática, permitió que se crearan agrupaciones opositoras a su régimen, muchos creyeron el cuento e iniciaron manifestaciones públicas, como el Partido Socialista Popular. La represión no se hizo esperar. Entonces todo vivo quería dejar claro que no era “Comunista”, término que se aplicaba a todo el que, entonces, no estaba inscrito en el único Partido Dominicano, de Trujillo. Las renuncias y aclaraciones, los ataques, estaban dirigidos a los líderes y miembros del PSP. En La Nación se publicaron  infinidad de artículos arremetiendo contra “estos disociadores, que en los meses que tienen de lucha sólo han arrojado un balance negativo de calumnias, promesas mentirosas y propaganda malsana llegando hasta a crear legítimas inquietudes en la serenidad cristiana de los hogares dominicanos”, escribían Eleuterio Solís, Alfredo Brito, Eduardo Oris.

Se insertaban cartas aclarando: “No es comunista”, “Continúa desintegrándose el PSP”, “El comunismo no podrá levantar la cabeza en la República”, “No está en el comunismo”, “Renuncia del PSP”,  entre otras misivas dirigidas a Francisco Alberto Henríquez Vásquez, Ramón Grullón, Freddy Valdez, Ercilio B. García, Luis Escoto G., Roberto MacCabe, Héctor Ramírez.

Hoy, los contenidos mueven a risa, pero provocan también pena y comprensión: los firmantes querían salvar el pellejo, aunque algunos analistas de ese credo “nocivo y venenoso”, lo hacían por pura adulonería hacia la “Era de espléndidas realizaciones de la mano providencial del coloso que rige los destinos del país”, como escribía Salvador Suazo en una perla titulada “¡Charlatanes!, quejándose de que lo despertaban al deslizar bajo su puerta la “prensa mimeografiada comunista”, como él describía “ese conato de periódico mal llamado “El Popular”. Concluía su crítica a los hoy reconocidos patrióticos luchadores: “¡Perdónalos, Señor, que además de no saber lo que hacen, para colmo de desventuras tampoco saben lo que dicen!”. Germán Soriano fue más respetuoso explicando: “Por qué ha fracasado el Comunismo Dominicano”. Igualmente deferente fue la renuncia de Ángel Mármol Lizardo: “Después de meditar y más meditar he llegado a la conclusión de presentarles mi renuncia del PSP. Deseo que su sensatez sea extensa en este caso mío y que no formen ningún juicio injusto concerniente a mí, pues considero que todo hombre es dueño de sí mismo…”. Pero casi todos los demás usaban términos peyorativos. Las publicaciones dan para un libro con un profundo análisis de lo que entonces se entendía por comunismo y para demostrar el temor imperante en esa etapa monstruosa. En las líneas de un aclarando que publicó Agustín Castaing, el pánico era patético. Tenía un periódico llamado “La Voz del Obrero” y se alarmó apresurándose a aclarar que su periódico erradamente había sido calificado de comunista. “Mi filiación política pertenece al Partido Dominicano”. Cientos son los nombres. Hubo una hemorragia de aclaraciones y dimisiones. Cundió el pavor. Se impuso el instinto de supervivencia. Era “el comunismo” o la vida. Muchos seguirían el “malhadado credo”, pero en la clandestinidad, porque llamar a alguien comunista, entonces era decretar su muerte.

(Datos tomados de La Nación, de noviembre y diciembre de 1946)

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