Media naranja
Patadas voladoras con salsa bechamel

<P><STRONG>Media naranja<BR></STRONG>Patadas voladoras con salsa bechamel</P>

ÁNGELA PEÑA
Analistas políticos se pasaron el fin de semana criticando los nombramientos de Jack Veneno y Mike Mercedes, uno subsecretario de Deportes, otro asesor gastronómico del Poder Ejecutivo.

Las bromas trascendieron televisión y periódicos. El luchador y el chef fueron comidilla. Las designaciones sólo eran consideradas acierto por fanáticos palaciegos e incondicionales leonelistas.

 El dominicano siempre busca la ventaja política derivada del nuevo incumbente y vio bien que se incorporara al tren oficial a  miembros de otras parcelas porque, según estos teóricos, sumarían votos al reeleccionismo. Pero preguntaban cuáles militantes aportan Jack Veneno y Mike Mercedes  ¿Cuál es la estrategia tras estos ascensos?.

 Ninguno reparó en el pool de Mike. Durante años ha sido el cocinero favorito de gobernantes y todopoderosos. Mike no es cualquier chef. Es un artista de la buena mesa. Un mago que ha cautivado con el sabor de sus menús variados y exquisitos a visitantes de alcurnia, a exigentes sibaritas del empresariado, a distinguidas damas de la sociedad, a rancios oligarcas que sólo prueban bocado si lo preparan esas manos tocadas por el Creador para manejar el arte del buen sazón. Donde está Mike está la crema y nata. Los mejores comensales, o sea, los potentados, irán tras el olor de sus guisos deliciosos.

 ¿Y Jack? Un poder. Ex toque de queda en los hogares dominicanos cada sábado. El héroe nacional de miles de carajitos que siguen recordándolo y admirándolo en su adultez que ya le da derecho al sufragio. Inolvidable campeón que dejó en la mente de tanto público ingenuo el recuerdo de sus luchas a tres caídas, sus patadas voladoras y saltos mortales, hombres por los aires, sin límite de tiempo que quitaban el aliento al blandengue de Relámpago Hernández, víctima de la furia de ese titán nunca derrotado, ni a la intemperie ni en la famosa jaula  donde masacraba a sus endebles contrincantes.

 Era el león de la infancia, esperado semidiós en traje de jungla, el increíble Hulk dominicano con su faja invicta y  pantaloncitos que no explotaban a pesar de la malta y el Forty Malt. Adultos y niños le seguían en el ring. Su público no era el de Mike –a las criaturas de clase le prohibían ver esa crueldad- pero era numeroso, agresivo, frenético, aprendiz de llaves y trucos de ese genio de  trompadas y sangre. Acumuló admiradores sin término. Por eso se postuló. En su esquina estará su crecida fanaticada de aquellos tiempos.

Qué nombramientos tan singulares. Para más ventaja, ambos tienen nombres gringos: Jack y Mike. Satisfechos el pueblo, los encopetados, el imperio. Todos los intereses están cubiertos. Sólo analistas ligeros pueden encontrar disparatado este acierto.

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