Media naranja
Pequeño Haití

<p>Media naranja<br/><span><strong>Pequeño Haití</strong></span></p>

ÁNGELA PEÑA
“La avalancha” es una novela que acaba de publicar el brillante escritor Manuel Matos Moquete. Y como él inserta su narración en ese género, hay que suponer que todas las situaciones y personajes son ficticios por lo que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.  Sin embargo, al recorrer las páginas de esa obra cuya lectura apasiona hasta consumirla en horas, uno cree que está viviendo parte de la tremenda verdad de la presencia haitiana en Le Petit Haití, ese enorme espacio de los alrededores del Mercado Modelo del que se han apoderado numerosos vecinos del otro lado de la Isla.

Aunque llamados por sus verdaderos nombres están barrios y calles del entorno, las generales de los protagonistas parecen ser invención del acucioso intelectual que de forma tan patética describe características de esa inmigración, aunque lo publicado sea producto de su imaginación primorosa. Hay haitianófilos, racistas descomunales, xenófobos intransigentes, mercaderes de esa mano de obra casi imprescindible en las construcciones, empresarios y militares enriquecidos con el tráfico humano, comerciantes desplazados por los negocios de los extraños, criollas cambiando sus dominicanos por el negro foráneo y hombres como embrujados por la dureza de los glúteos, los senos erectos, la incansable e incondicional entrega a las descargas sexuales de esas morenas que los desquiciaban.

“La Duarte estaba en el Petit Haití. Era una calle repleta de buhoneros que habían atravesado la frontera cargados de ropa, perfume y pedrería barata. La Mella era otra calle también ocupada por haitianos. Había venta de cosméticos y zapatos sin marcas, frituras y chucherías de toda laya desplegados en las esquinas, los zaguanes y en edificios de hoteles convertidos en almacenes improvisados… La Emilio Prud-Homme se había transformado en parte de la misma porquería. La 16 de Agosto y la 30 de Marzo eran también parte de la baratura de todo lo que habitaba en el Petit Haití… La vida nocturna había cambiado. Después de las siete de la noche la población callejera era una calaña infame que hablaba creol… Ahora todo había empeorado. Duarte y Mella nunca lo habían pensado. Tampoco el tímido Benito González. El benemérito don Antonio del Monte y Tejada jamás lo imaginó. Que sus calles pertenecieran a esa inmundicia del Petit Haití”, describe un personaje.

En ese Pequeño Haití de “La Avalancha” había violaciones, atracos, tráfico de todo, negocio de niños, magia, vudú, patuá, decapitaciones,  uniones de extranjeros y nativos, camionas, extradición, pintura naif, grajo, hedor, peste, violencia, trabajo honrado, burdeles para pedófilos, tonton-macoute, juegos de azar, vagancia, recuerdos del “chapeo” de 1937, desfiles mortuorios,  comedores improvisados, sucios, llenos de polvo y moscas, delitos satánicos, afrodisíacos, sexo… “Cada día nacían en el Petit Haití tres niños por hora, miles por año, en cuartos de hoteluchos y de callejones que rodeaban el Mercado Modelo, en los que por cuarto vivían diez haitianos en hacinamiento y una promiscuidad increíbles… Ninguno de los nacidos conocía el Haití de sus padres o ancestros y no regresaría nunca a esas tierras”, refiere otro. “La avalancha” refleja lo bueno y lo negativo de esa presencia.  Matos Moquete retrata  a ese Petit Haití que el ingeniero Santillana, principal protagonista, define como “el Bronx haitiano en República Dominicana. Aquí vive una minoría laboriosa de comerciantes y obreros”, aseguraba.  Por eso la misteriosa torre que levantaba en la que los albergaba. Mudó a una haitiana que era su trofeo porque él, “habitual fornicador sin bandería de color, sólo exigía una condición, y a ella le sobraba: que fuera joven y dura como el concreto armado. Así le gustaban las mujeres para derribarlas”.

¿Es ficción o verdad lo que se publica en “La Avalancha”? En la primera página dice un Aviso: “Todo lo que se reporta es una leyenda negra sobre el Pequeño Haití, pregonada en la Esquina de M’a Guiselle. Nada es inventado, nada es real…”

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