Media naranja
Prepotencia de un “mayor”

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ÁNGELA PEÑA
Está prohibido estacionarse, pero como el dominicano es tan amigo de alterar las reglas, designaron dos agentes de AMET para que lo impidieran. La concurrida plaza tiene seis pisos para vehículos; sin embargo, los alrededores son copados por perezosos conductores que encuentran muy pesado tomar ticket,  escaleras,  ascensores, y prefieren la comodidad, aunque arriesgada, de quedarse en las calles aledañas.

 Eso pasó con ese señor indisciplinado, malcriado, irrespetuoso, vulgar, agresivo, abusador, irreverente, que por poco mata al decente, paciente y pacífico miembro de la autoridad que con tanta altura le solicitó que moviera el carro.

 La multitud se aglomeró en torno a aquel león que parecía haberse tragado un altoparlante, un hombre de cierta edad que al menos por sus canas debió ser más comedido. “¡Mire coño, chopo, buena mierda, maldito negro der diablo, fresco”!, gritaba al infeliz agente de la AMET. Ahí no hubo mala palabra ni insulto que escapara de ese vocabulario soez, expresado con toda la altanería y con el galillo a millón. “¿Uté, ¡coño! tá loco? ¿U’té, buen mojón, sabe quién soy yo, coño? ¡Yo soy un mayor del Ejército!”, dijo la colérica fiera y el muchacho, muy humilde,  preguntó por qué no lo dijo antes. “¿Qué coño tengo que decir nada, buen chopo, maldito negro, fresco!”, replicó el ogro abriendo la puerta para agredir, (sería), al bonachón agente. No supe el desenlace del rastrero monólogo porque, pensando que habría tiros,  me impidieron seguir el espectáculo del malón expuesto a una apoplejía.

 Salí del “mall” y pregunté al tolerante AMET qué había desatado esa reacción volcánica. “Se molestó porque  le dije que ahí no se podía estacionar”, declaró.  El pique del bilioso “Mayor”, gozado y sufrido como “regalo” anticipado de Año Nuevo, deja claro que algunos militares, como ese cascarrabias paisano, están por encima de la ley. Que los AMET de rango inferior deben permitirles la infracción, por asunto de superioridad, y que por gente como ese mayor fanfarrón  ocurren algunas desgracias.

 Ahí no hubo muertes por el temperamento civilizado del agente. Si el bravucón “Mayor del Ejército” hubiera tropezado con un agente de la AMET de esos que se ofenden apenas de saludarlos, aquello hubiese sido el suceso de primera plana y el más lamentable del último día del 2007.

 Así como se condenan los excesos de estos agentes de AMET, hay que felicitar a este patriarca Job que soportó hasta que le maldijeran a su progenitora. Y aconsejar al ¡Mayor del Ejército! que ingiera “tranquilina” y se baje de esa nube, que él no llegó ni a general. La ley es para todos: civiles y militares, “mayores” y menores.

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