Media naranja
Presidentes y Primeras Damas

<STRONG>Media naranja<BR></STRONG>Presidentes y Primeras Damas

ANGELA PEÑA
La posición de Primera Dama, evidentemente, la determina el ser esposa de un mandatario. Pero como República Dominicana ha tenido tantos gobernantes que no han sido electos por medio del voto, todavía está en discusión si se puede considerar como presidentes a muchos que ostentaron provisionalmente la primera magistratura del Estado.

La indefinida situación afecta a sus mujeres a las que se les niega la apetecida condición si el marido no es incorporado a la lista oficial de dignatarios.

 ¿Molina Ureña fue Presidente? ¿Y Caamaño, Antonio Imbert, Pedro Bartolomé Benoit, Huberto Bogaert… ?  El tema estuvo en discusión hace unos meses cuando se inauguró la “Galería de Presidentes” del Palacio Nacional. Unos historiadores diciendo que sí, otros que no. Para muchos, todo el que se ha sentado en la silla aquella, aunque haya sido por horas –como Bogaert- fue Presidente. Otros los descartan.

El debate ocasiona disgustos a familiares que manifiestan orgullosos haber tenido antepasados como jefes de todos los dominicanos y reaccionan dolidos cuando les bajan esa gloria de su alta estima, quitándole méritos al elevado pedigrí  que es orgullo familiar.

 Pues igual desaliento produjo en algunas distinguidas señoras un reciente documental sobre las Primeras Damas que las excluyó. Una de ellas, según versiones, no se ofendió por la marginalidad pues no se considera tal, por el efímero tiempo de su marido en el poder, y no permitió entrevistas, reconocimientos ni visitas. No protestó por la ausencia.

Lo que a muchos pareció una injusticia fue que no incluyeran a la esposa del coronel Francisco Alberto Caamaño en el referido trabajo. Después de la relación de Presidentes de la República que publicaron los historiadores Vetilio Alfau Durán, en Clío, y Julio Genaro Campillo Pérez, en su libro “Elecciones Dominicanas”, Arístides Inchaústegui publicó una agenda de los presidentes, que abarca hasta el anterior gobierno de Leonel Fernández. Sólo le falta haber llegado hasta el Presidente Hipólito Mejía. Estas obras son excelentes guías cuando se desee definir quienes merecen ser tenidos como tales.

 Establecer las primeras damas, es un poco delicado.  Podría ser tan sencillo como comerse un helado en estos tiempos de calor: al que fue presidente, colocarle sencillamente la que era su esposa al tiempo de su mandato.

 Campillo Pérez fue más lejos: en su inventario figuran hasta las que fueron sencillamente compañeras, sin haber firmado ningún papel y algunos podrían entender que hubo jefes de Estado bígamos.  Desde luego, el juicioso historiador se cuidó mucho de llamarlas “Primeras Damas”. Astuto como era, ese capítulo lo tituló “Familias de Gobernantes Dominicanos”.

Ahí hay oficiales y sucursales, mujeres bendecidas por el sacramento del matrimonio y féminas que jamás vieron a un juez civil.  Su trabajo se extiende hasta el periodo de Salvador Jorge Blanco. Cuando escribe la breve biografía de Caamaño, Incháustegui señala: “El 4 de mayo de 1965 el Congreso Nacional, integrado por diputados y senadores que habían sido depuestos por el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, lo eligió presidente del pueblo en armas…” Esto de quienes pueden merecer el “rango” de Primeras Damas es otra tarea que queda pendiente de esclarecer, al igual que ocurre con determinar si los que fueron arbitrarios, corruptos, marrulleros, fraudulentos o llegaron al capitolio presidiendo juntas militares, gobiernos de reconstrucción, llenando el vacío de gobernantes derrocados o muertos, se pueden integrar a esa discutida lista de Presidentes. 

Ya la Academia Dominicana de la Historia se pronunció al respecto.  Pero parece que hay inconformidad.

  El pasado revuelo de enojos por la exclusión de reales Primeras Damas, volvió a remover ese avispero.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas