Media naranja
Que no se vayan

<STRONG>Media naranja<BR></STRONG>Que no se vayan

Por ÁNGELA PEÑA
Reconocen que esta sociedad está profundamente podrida, pero aconsejan al desencantado de esta selva decadente, que no se vaya. Lamentan la estampida de los que se marcharon pensando que todo estaba perdido. “Eso es lo que quieren estos políticos miserables, quedarse como dueños absolutos del país y vivir eternamente en una garata con puños apostando al que tenga más descaro”, alegan.

 Estas consideraciones surgieron a propósito de una columna anterior que revelaba la fuga de un considerable número de dominicanos que se han marchado de la República, decepcionados por la inseguridad, el abuso de poder, el caos del tránsito, las violencias y violaciones, el interés mercurial de los líderes, tráfico de influencias, mediocridad en la radio y la televisión, atraso en la educación, deficiencias en los hospitales públicos y clínicas privadas, compra y venta de conciencias, entre otros males.

 Se habló de la formación de un nuevo partido y de un movimiento dirigido por un digno profesional, reconocido por su honestidad, encaminados ambos a rescatar la Patria que se extingue.

 Pidieron reservas de sus nombres porque proyectan un lanzamiento por todo lo alto en el momento oportuno. Ahora están inmersos en la labor de identificar adeptos incuestionables.

 Uno de ellos ejerció funciones públicas y renunció asqueado por la corrupción reinante.

Tiene simpatizantes numerosos y ya ha celebrado varios encuentros para exponer planes, estrategias, campañas. De él hablan con entusiasmo hombres y mujeres que se han incorporado, optimistas, a su organización.

 El partido político lo está gestando un reconocido comunicador, eficiente ejecutivo de una compañía centenaria, acreditada en los mercados nacionales y extranjeros. Iba a quemar las naves pero recapacitó y se quedó. Meticuloso, investigador, buen conocedor de la idiosincrasia del criollo, no quiere improvisar.

Sabe que su camino será arduo y su lucha forzada porque los villanos se han apropiado del territorio, pero está dispuesto a dar la batalla. Quiere como principal aliada a la clase media, aunque en su programa, afirma, caben todos los interesados en limpiar la nación de estos políticos ambiciosos que la han convertido en pantano.

Es selectivo y detecta auténticas reservas de moralidad empeñadas en adecentar todo lo que está sumido en el fango de la indolencia y la ambición de lucro sin doblar el lomo.

 Los dos recaban firmas y reclutan descontentos, pero de valor, decididos a acabar con esta racha de depredadores del erario, atracadores de un pueblo que va para atrás y que luce ya cansado de luchar sin resultado porque los de arriba se han llevado sus ilusiones y esperanzas, el fruto de todos sus esfuerzos.

 Aseguran estos  valientes ciudadanos que se impondrán al abuso. Confían en que el dominicano recobrará su tradicional espíritu revolucionario para acabar con los desafueros y desmanes. Invitan a permanecer en esta tierra, que es de todos, aunque algunos oportunistas se la hayan casi arrebatado.

 Que no se vayan, piden, que el pleito hay que echarlo desde adentro.

 Ojalá tengan éxito.  La maldad está demasiado arraigada en el sentimiento colectivo.

El mal ejemplo está triunfando. Se gana mejor siendo analfabeto y servil que asistiendo a la escuela. Lo que hay que estudiar es al sujeto que más ofrece por la incondicionalidad.

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