Media naranja
Si se casan con musulmanes…

<STRONG>Media naranja<BR></STRONG>Si se casan con musulmanes…

ÁNGELA PEÑA
Los secuestros de musulmanes residentes en la República Dominicana que han raptado a sus hijos para llevarlos al lejano Oriente y educarlos según la tradición islámica, datan de muchos años, pero es ahora cuando esos desgarradores casos han comenzado a trascender. Sin embargo, otras madres han sufrido ese dolor y emprendido viajes, luchas, visitas, sin el éxito que caracterizó el caso más reciente.

Un sufrimiento eterno las ha invadido y se convierten en mujeres marcadas por la impotencia, la angustia, la tristeza que ocasiona el arrebato inesperado, furtivo.

 En Santiago hay una dama reconocida por esa tragedia.

Nunca ha querido hablar públicamente de ese rapto que marchitó su rostro y agrió su carácter. En Santo Domingo,  algunas han contraído matrimonio con hombres de esa etnia y, casadas o separadas, pero con hijos de sus uniones, viven nerviosas, a la expectativa, vigilando a sus menores con una corazonada, siempre presintiendo un arranque fatal.

 No todos los musulmanes están fanatizados hasta ese punto.  Sin embargo son, como dicen, un billete. Gabriela Arias Uriburu, la argentina hija de guatemaltecos que más ha luchado por recuperar a sus tres hijos secuestrados por el padre, de origen jordano, no lo presintió. Tampoco lo sospechaba Betty Mahmoody, la norteamericana que casó con un cirujano iraní que le quitó su niña y cuyo calvario hasta rescatarla conmovió de tal manera que fue llevado a la literatura y al cine con la película “No sin mi hija”, protagonizada por Sally Field.

 Según datos, son un número considerable las mujeres que viajan tras sus criaturas y allá se las arrebatan gritándoles que no les pertenecen. Las rebautizan con nombres musulmanes y al crecer sólo pueden profesar la religión de Alá. No las devuelven y son protegidas por las autoridades máximas, con ejércitos. El clamor de las infelices mamás carece de valor. Allá priman los derechos del hombre sobre los hijos.   La batalla de Gabriela ha concitado el interés mundial y ya se han formado organismos que reclaman justicia, que denuncian los secuestros. Ella ha logrado, en su batallar,  dos visitas por año a sus pequeños. Una madre verdadera, empero, aspira a ser la tutora absoluta del fruto de su amor. Iglesias de todas las confesiones se han unido exigiendo justicia, en estos casos, según las leyes del país donde residen los hijos para determinar a quien corresponde la guarda.

 La mujer de otra cultura que decida unirse a un musulmán debe conocer esas historias. Y si procrea, cruzar los dedos para que el marido no resulte uno de esos que dan sorpresa tan traumática.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas