Media naranja 
Trujillo y el sexo

Media naranja<STRONG> <BR>Trujillo y el sexo</STRONG>

ÁNGELA PEÑA
Hay dos temas que al dominicano le resultan excepcionalmente atractivos: Trujillo y el sexo. Al tirano lo ajusticiaron hace 45 años y todavía todo lo que se dice, se escribe, se comenta de ese sujeto, es escuchado y leído por el criollo con inusual atención, como si todo fuera nuevo, como si faltaran por descubrir todos los misterios y detalles de ese periodo siniestro.

No es asunto de nuevas generaciones. Los más interesados son precisamente los que vivieron esa “Era” de terror, tanto los adulones y beneficiarios como los opositores. Se trata tal vez de la libertad de poder decir y escuchar hoy lo que entonces estuvo vedado. De explicarse desapariciones, accidentes, raros comportamientos. De adivinar por qué fulano pasaba tanto por esta esquina o Zutano se empecinaba en acompañar con el pretexto de hacer coro cuando en verdad tenía instrucciones de investigar. Por esa curiosidad,  cualquier disparate publicado en torno a esa figura o ese régimen, vende, aunque esté plagado de falsedades. Pero jamás podrá saberse lo que fue mentira o verdad porque lo que se escribió en 31 años no se ha eliminado de la bibliografía nacional, lo que sería incorrecto, pero hay que aclarar sin cansancio, ante la juventud, que la mayoría de lo contenido en libros, foros, folletos, son inventos y calumnias de los acólitos de “El Jefe”.

El otro tema es el sexo. Todo lo que aquí se escribe al respecto escandaliza, provoca risas, comentarios, condenas, desaprobación, pero nadie se lo pierde. La gente lo disfruta, lee y escucha con fascinación y deleite. Es que, como el trujillato, el sexo está dejando de ser tabú y a ello ha contribuido, indiscutiblemente, la televisión local o por cable. Hubo además una apertura en colegios, escuelas, universidades, para llamar los órganos genitales por sus nombres porque, en otros tiempos, la materia de anatomía siempre quedaba suspendida en el capítulo de la procreación y la reproducción. Ante la nueva campaña educativa, sin embargo, algunos padres, jóvenes, se volvieron histéricos cuando sus pequeños llegaron llamando francamente al pene por su nombre, porque en las casas eso era palomita, pistolita, bindola, bimbín… Los mayores censuran, pero son los que más disfrutan esta libertad, al menos en el lenguaje, sobre todo los viejos verdes a los que, por cuestiones de edad, ya nada los altera. Son ellos los asiduos de las columnas de Sara Pérez cuando escribe sobre el particular y eran los fanáticos de Nancy Álvarez, aunque en público quisieran aparentar hipócrita desacuerdo puritano.

Cuando salió al mercado “Popola Plus”, ninguno se callaba con el descubrimiento. Dulce Martínez, por otro lado, publicó un reportaje en El Caribe sobre el “cocomordán”, con expertos sexólogos, y no se quedó abuelo que lo recortara. En una serie de reportajes que publiqué sobre las características del dominicano, el más comentado fue el referente al criollo y el sexo. La palabra “sarazo” cobró vigencia con la nueva acepción que le dio el doctor Ramón Báez Acosta, pionero de los programas de sexo. La gente se trasnochaba para escucharlo a la medianoche. En esos trabajos, él también explicó las ventajas y desventajas de un miembro descomunal y el tema se mantuvo en el tapete durante meses.

Hoy circula por Internet un artículo sobre las dimensiones del pene que se está atribuyendo a un vespertino. No es cierto que salió en ese periódico. Aunque morbosos y lujuriosos internautas lo están comentando y reenviando como publicación de ese medio, es una farsa, me dicen, con la que ya jugaron en otros países.

Sexo y Trujillo espabilan al más indiferente. La gente se desvive por saber pormenores del tópico y del personaje. Algún estudioso de la conducta tendrá la explicación.

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