Media naranja
Un templo muy pobre

<STRONG>Media naranja<BR></STRONG>Un templo muy pobre

Ángela peña
Hay iglesias evangélicas que crecen como la verdolaga. Uno las ve fundarse pequeñas y precarias y en pocos años se convierten en impresionantes complejos con templos imponentes, escuelas, universidades, librerías, áreas para niños y oficinas, comedor, salas de conferencias y hasta tiendas de regalos.

Dicen que los llamados  protestantes no se benefician de los gobiernos por lo que estas asombrosas construcciones deben ser obra de la fe, las oraciones, las ofrendas y los diezmos de los entregados fieles.

 Pero parece que estos progresos ocurren solamente en sectores de clase  privilegiada donde los cristianos tienen ingresos sustanciosos y sus diezmos, por tanto, son tan elevados como sus ofrendas.

Los pobres son en su mayoría desempleados y si trabajan, ganan el mínimo.  En vez de recibir aportes de ellos, hay que ayudarlos en sus enfermedades, saciar su hambre material tanto como la espiritual, proporcionales techo, vestido, educación, además de ministrarlos y llevarles La Palabra.

 El reverendo Samuel Santana es el pastor de una de esas iglesias desvalidas y clama desesperado por ayuda, temiendo que su preocupación por las condiciones de la propiedad y la situación de pobreza extrema de sus congregados, lo derrumbe emocionalmente.

 Está a cargo de la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios Lirio de Los Valles, en Barrio Nuevo, Villa Mella, y no descansa tratando de solucionar problemas.

En treinta años que lleva de fundado, el templo levantado con grandes limitaciones se desploma. El piso se ha llenado de huecos, el polvo invade a la comunidad y al celebrante. No hay donde sentar a más de cien familias, el comején se comió los bancos.

En el lugar que funge de oficina, hay que conversar de pie. La planta de emergencia podría colapsar en ese lugar al que casi nunca va la energía eléctrica.

  Santana, que lleva su misión con empeño y con la generosidad de su corazón inmenso, logró reunir entre los devotos hermanos un dinerito para reparar el altar y construir un baño, pero  no quiere forzarlos más porque ellos también tienen carencias.

 Está enviando un SOS por Internet ya que le han cerrado puertas que ha tocado. Las necesidades más perentorias de su Iglesia se resuelven con 300 mil pesos, confiesa. Sumas como esa la consume mucha gente en un viaje, una cena, una pasión. El reverendo espera que el Señor “obre por senderos misteriosos”. Su dirección electrónica es ssantana5@hotmail.com.

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