La endometriosis es una enfermedad benigna definida por la presencia de glándulas y estroma endometriales ectópicos (fuera del útero).

Afecta a un 2.5% a 3.3% de las mujeres en edad reproductiva, de todas las etnias y grupos sociales, y es diagnosticada en aproximadamente el 20 a 68% de las féminas en estudio de infertilidad.

Aunque la prevalencia es difícil de establecer, se estima que afecta de un 5 a 10% la población general, y 25 a 40% mujeres estériles, afirma la doctora Albelys Reynoso, ginecóloga de la Clínica Integral de la Mujer, un área especializada.

Esterilidad

La médica señala que las pacientes diagnosticadas con endometriosis tienen la posibilidad de padecer esterilidad seis a ocho veces, pues es una enfermedad que tiende a la progresión y la recidiva.

Asimismo la endometriosis puede comprometer la fertilidad en la mujer a través de la distorsión anatómica de los órganos reproductivos, producto de la formación de adherencias y destrucción de los órganos genitales y otras estructuras pélvicas, indica Reynoso.

Sin embargo, en los estadios iniciales sin compromiso anatómico (escasas lesiones visibles), se ha postulado la participación de mediadores inflamatorios en el fluido peritoneal que comprometerían negativamente la calidad del ovocito, la captura la trompa, la interacción del espermatozoide con la célula.

También, la fecundación y desarrollo embrionario y en algunos casos la implantación, asegura la médica.

“Existen dos grandes tipos de endometriosis: la adenomiosis que se caracteriza por la existencia de focos ectópicos de endometrio localizados en el miometrio y la propiamente dicha, que agrupa al endometrio ectópico existente en cualquier ubicación del organismo, refiere la especialista de los Centros de Diagnóstico y Medicina Avanzada y de Conferencias Médicas y Telemedicina (CEDIMAT).

Se han postulado múltiples mecanismos del origen de esta condición, dentro de los cuales el más aceptado es el flujo menstrual retrógrado a través de las trompas de Falopio.

Manifestaciones clínicas

Reynoso apunta que lo más llamativo de esta patología es la falta de correlación entre la intensidad de los síntomas y la severidad de las lesiones. La clínica se caracteriza por dolor, que puede aparecer como calambres, dolor en al sostener relaciones sexuales y dolor pélvico.

Entre los signos más frecuentes se registran como consecuencia del sangrado cíclico de los implantes peritoneales con la consiguiente inflamación, formación de adherencias y retracción entre éstos y los tejidos vecinos.

También puede ser asintomática y manifestarse exclusivamente a través de infertilidad. Por su gravedad, puede haber un impacto significativo en la salud física y mental.