Medicina forense pobre y turismo

Medicina forense pobre y turismo

SERGIO SARITA VALDEZ
Ser pobre es una desgracia, continuar empobreciéndonos es una calamidad, pretender ignorarlo es todavía peor, y eso es lo que pudiera ocurrir si hiciéramos lo que el vulgo le achaca al avestruz, meter la cabeza dentro de la arena con tal de no ver la realidad. La pobreza no es solamente carecer de los medios económicos para enfrentar las necesidades básicas del individuo, significa también limitado ámbito cultural, analfabetismo funcional, escaso estímulo y respuesta intelectual, así como otras deficiencias sociales que agravan el círculo vicioso del menesteroso.

La economía dominicana tiene como fuentes importantes de divisas las remesas que envían los criollos residentes en el exterior, los ingresos de las zonas francas y el turismo. Ello nos obliga a cuidar como la niña de los ojos el desarrollo y expansión de esos vitales renglones. Concentraré la atención en la relación crítica que guarda un servicio eficiente y moderno de medicina legal cuando se trata de investigar la muerte de un visitante extranjero. Para ello voy a valerme de un lamentable caso reciente ocurrido en uno de los hoteles ubicados en el este del país.

Una familia europea viene de vacaciones a suelo quisqueyano atraída por la belleza de nuestras playas y lo agradablemente cálido del ambiente. La llegada se produce el día 29 de Octubre 2005 y ya al quinto día el hijo menor de dieciocho meses cae agudamente enfermo con vómitos frecuentes, malestar general y deshidratación. El cuadro clínico se agudiza entrando rápidamente en estado de shock falleciendo el día 5 de noviembre cercano al mediodía.

El cadáver del menor fue transportado desde Punta Cana en Higüey hasta la ciudad capital en donde se le practicó una necropsia. Los resultados del experticios revelan inflamación aguda de los ganglios mesentéricos y del tejido linfoide del intestino delgado y del ciego. También se evidenció un bazo agrandado con unas tres veces su peso normal. El hígado y el cerebro estaban congestionados y el corazón lucía ligeramente dilatado. 

Se tomaron muestras de contenido intestinal y de sangre para estudios toxicológicos y cultivos bacteriológicos. Aún cuando estamos en espera de los resultados de laboratorio los hallazgos anatomopatológicos apuntan hacia una posible infección aguda por Salmonella. Desafortunadamente no podemos actuar con la eficiencia deseada en estos casos, ya que el Instituto Nacional de Patología Forense no cuenta con la capacidad propia para llevar a cabo estudios básicos toxicológicos ni bacteriológicos. Para ello dependemos del favor que otras instituciones quieran hacernos.

Lo triste de este caso es que otro hermanito del fallecido está postrado muy enfermo en una capital del viejo continente, aquejado  con signos y síntomas similares sin que nosotros podamos darle una respuesta diagnóstica contundente y oportuna a los médicos que están tratando al menor.

Sabemos que en el mundo desarrollado donde se investigan todas las muertes súbitas o sospechosas las estadísticas arrojan un sesenta por ciento de causas naturales y cuando resultan ser enfermedades infecciosas detectan el germen responsable en prácticamente el ciento por ciento de los casos. Aquí sabemos lo que tenemos que hacer desde el punto de vista diagnóstico. Contamos con el aval científico y las destrezas, pero carecemos del soporte técnico y el espacio físico apropiado. Debemos, queremos y soñamos con tener un Instituto de Medicina Forense moderno y bien equipado que sea orgullo de la región del Caribe.

La pobreza en el sentido amplio de la expresión nos lo viene impidiendo. Dios evite que estas deficiencias se reflejen en una merma perjudicial de las entradas financieras que da la  industria turística al fisco nacional.

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